A tenor de las píldoras destiladas urbi et orbi por la maquinaria electoral del PP, se diría que la crisis económica que nos ha aniquilado como país surgió con fecha de caducidad; que la recuperación había sido diseñada para coincidir, precisamente, con los meses inmediatos a la primera cita con las urnas de 2015; que la primavera volvería a reír, como estipula nuestro himno, a tiempo de apuntalar el omnipresente poder territorial de esa tropa comandada por  Rajoy.

La recuperación ha venido, nadie sabe cómo ha sido. No obstante, habrá que apostillar al poeta. Fuera del círculo de orgullosos militantes del Partido Popular (que hay gente “pa tó”) y de los voceros colgados de sus ubres, Don Antonio, absolutamente nadie se ha apercibido de esta bonanza primaveral que nos decreta alegría obligatoria tras larguísimos años de penuria. El tiempo de la recuperación ha sido decretado.

Rajoy

¿De la recuperación? Júzguelo el lector por sí mismo.

Entre noviembre de 2011 y marzo de 2015, el número de desempleados registrados en el INEM se incrementó en un 0,71%. La Tasa de Desempleo aumentó en un 5,05%. No disminuyó, ¿eh?... que se incrementó, mediando entre ambas fechas la más brutal reforma laboral y laminación de derechos sociales de la historia de España. Lo que sí disminuyó fue el número de afiliados a la Seguridad Social, en un 2,5%; o el volumen de la población activa, en casi un 1,8%.

Un epifenómeno asociado a esta recuperación que se proclama por propaganda y por decreto es el índice de españoles que abandonaron nuestro país para buscar trabajo. En 2011 salían de España 165 personas por día; en 2015, son 236. Un incremento del ¡43%! Para emular al peor franquismo, se echa de menos una estadística que calcule el número de ciudadanos que se han pasado al tabaco de liar, o que han recuperado las alpargatas –tan castizas como infamantes- como calzado habitual.    

Mientras tanto, nuestra deuda pública se ha incrementado en un… ¡29,20%! Cabe preguntarse de qué han servido, entonces, los brutales recortes en los servicios públicos por todos conocidos y sufridos, si nuestra deuda roza la integridad del PIB (97,70%); y si cada español debe asumir, hoy, una deuda per cápita de 21.905 euros (15.942 en el año 2011). No nos resistimos a formular la pregunta retórica de en qué se gasta esta gente nuestro dinero.

La pretendida recuperación económica, baza a la que Rajoy confía la renovación de la confianza de los ciudadanos, tiene sus epónimos en la más drástica depauperación del empleo que la memoria registra, y en haber convertido el infamante título de mileurista en un privilegio al alcance de muy pocos.

Insistiremos sobre este punto. Rodrigo Rato, el santón económico elevado otrora a los altares peperos y caído hoy en desgracia por acumulación de deméritos y corruptelas, convenció a España, el 1 de enero de 2002, de que la adopción del euro no había registrado movimientos inflacionistas en nuestro país, a pesar de que un café pasara a costar de 120 pesetas a más de 166, que era el tipo de cambio oficial en aquel momento. Montoro intentó una finta similar al negar la evidencia del desplome de los salarios, pero no desplegó el mismo poder de convicción. Eurostat, la Oficina de Estadística de la UE, lo pone en evidencia cada vez que calcula el salario medio por hora en España. Es éste de 15,7 euros, inferior en un 27,3% a la media de la eurozona. Una zona VIP, dicho sea de paso, en la que pintamos como catetos con nuestro tabaco de picadura, nuestras alpargatas y nuestros cientos de miles de emigrantes new style.   

Pero no pasa nada. Ahí tienes al tío, al Ministro Montoro, mintiendo como un bellaco mientras reprime con esfuerzo mal disimulado una risita cínica entre los labios. Es raro que ni Rato ni él se hayan sido invitados a la caravana circense-electoral del PP, ¿verdad? Con lo majos que son los dos.