Por Mendelevio
Omagh, es una película de 2004 que reconstruye el atentado del IRA auténtico en dicha ciudad en 1998. Es interesante volver a verla en estos tiempos de ignominia. El caso de la impunidad del IRA auténtico puede ayudarnos a ilustrar la vergüenza por la que pasamos la gente de bien en España tras la derogación de la doctrina Parot. Desgraciadamente no podemos recurrir a filmografía española sobre ETA, ya que esta o busca ser falsamente equidistante entre las víctimas y los asesinos (La pelota vasca, la piel contra la piedra de Julio Medem en 2003) o simplemente hacen mofa de los prejuicios nacionalistas.
En la película dirigida por Pete Travis se refleja el desprecio de los políticos hacia las víctimas, a las que dan palmadas en la espalda pero les niegan justicia. Las victimas se convierten en una molestia que entorpecen el proceso de paz.
En España hemos visto a Suárez, González, Aznar, Zapatero y Rajoy intentando pasar a la historia como los presidentes que acabaron con ETA, todos ellos negociaron con los terroristas. El precio ha sido y es su impunidad. Hemos vistos amnistías[1], reinserciones y excarcelaciones. Todo vale para conseguir el objetivo y si las víctimas se quejan son denigradas y ninguneadas.
El apoyo electoral de los asesinos no es escusa para su impunidad. La democracia se puede permitir marginar a esa gente. Durante décadas en Italia se marginó políticamente a los neofascistas del MSI y a los comunistas del PCI, y el mundo no se escandalizó. Ahora se hace en Francia con el FN o en Grecia con Amanecer Dorado y es visto como higiene democrática. ¿Por qué tanto empeño de agradar a los palmeros de los etarras? ¿Por qué tratamos mejor a los votantes de Amaiur que a los de Amanecer Dorado?.
Frente al terrorismo ni impunidad ni olvido… y perdón cuando lo pidan.