por Enrique Antigüedad
En 1994, antes de que Hugo Chávez llegara al poder en Venezuela, mi camarada Javier Iglesias, recién llegado del exilio argentino, me decía que los dos movimientos emergentes más interesantes que había en América Latina, él la llamaba así, porque así la llamaban las personas de allí, eran los que encarnaban el EZLN (el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional de México) y el MBR -200 (Movimiento Bolivariano Revolucionario – 200, de Venezuela).
El MBR-200, posteriormente reconstituido en MVR (Movimiento Quinta República) era el movimiento político de Hugo Chaves Frías, que llegó a ganar las elecciones presidenciales en 1998, dentro de una coalición llamada "polo patriótico".
Javier Iglesias, nunca negó su admiración por estos dos movimientos claramente socialistas, pero de una evolución lejana al marxismo y mucho más próxima a esquemas patrióticos y de tientes nacionalistas, que además apelaban y apelan a otros modelos de democracia. Ya por entonces mi simpatía por el zapatismo la tenia my clara, y desde entonces quise saber algo más de este extraño golpista que mi admirado camarada, parecía respetar tanto. Javier Iglesias fue asesinado en Argentina por la policía de Menem, cuando luchaba por los sin techo, meses antes de ganar Chávez sus primeras elecciones. Como me hubiera gustado escuchar su análisis sobre el gobierno bolivariano que vino. Seguro que aprendía mucho más que leyendo los periódicos de nuestro país.
Hace unos días muere el hombre Hugo Chávez y nacía o mejor dicho renacía el mito del comandante. Prefiero no entrar en una valoración exhaustiva del periodo de gobierno de Chávez. Creo que personajes de esta complejidad son siempre un misterio, puesto que sus detractores y sus admiradores carecen de toda capacidad de ser objetivos y consiguen distorsionar su verdadera figura hasta hacerla totalmente irreal.
En general creo que las condiciones en las que se tomo el poder en el año 1998 determinan en gran medida lo radical de las acciones de gobierno chavista en sus primeros pasos. El estado de corrupción política propiciado por el bipartidismo que consagró la alternancia entre la COPEI y Acción Democrática. Las inmensas diferencias sociales en el seno de la sociedad venezolana, que contaba por otro lado con la ventaja de poseer grandes cantidades de petróleo, probablemente crisparon en demasía las posiciones políticas. Tal vez empujaron al chavismo a posiciones que pueden parecer revanchistas, pero que probablemente eran radicalmente justas y de necesaria implantación, aunque probablemente fueran puestas en práctica de forma deficiente y en condiciones de urgencia muy poco recomendables, por burócratas no demasiado capacitados.
Los datos que arrojan las estadísticas, pueden ser por otro lado, tendenciosos, puesto que ni los chavistas querrán reconocer sus errores, ni los antichavistas querrán aceptar que las diferencias sociales por ejemplo, son menores ahora que al principio del gobierno de Hugo Chávez.
Es preciso recordar que quienes difunden la mayor parte de la información sobre Chávez en nuestro entorno, son miembros de los medios del sistema, de este sistema, el capitalista, que es realmente incapaz de sacar al mundo de la pobreza y conseguir un nivel mínimamente digno de justicia social, pero que no duda en reprochar al régimen Bolivariano el no haber completado aún las necesarias reformas en educación y sanidad que este gobierno gestiona más pero que los anteriores gobiernos de la democracia "homologada", ni siquiera acometía. Esos que son contra los que luchamos aquí, son los que nos "informan" de cómo van las cosas en Venezuela y de lo nefasto del régimen chavista. No me inspiran demasiada confianza esos voceros del pensamiento único.
Pero tampoco por eso es que esté dispuesto a dar por válido el modelo socialista venezolano, puesto que creo que cuenta ya de partida con serios inconvenientes.
El primero y principal de ellos es en mi opinión el propio Chávez. Si interesante y fecundo podía ser el planteamiento bolivariano, trufado de amor patrio y calado profundamente por un verdadero sentimiento de justicia social, la figura omnipresente e histriónica de un Hugo Chávez, preocupado más por su ego que por dar estabilidad y base social sensata a sus reformas, ha influido muy negativamente en el normal desarrollo del movimiento. De hecho, a pesar de ser un régimen plenamente democrático, mal que pese a los que solo son demócratas si ganan las elecciones, la discordia civil y el desencuentro entre compatriotas se haya impuesto en las relaciones humanas en Venezuela.
La democracia admite mal los liderazgos excesivos y las lealtades fanáticas. Creo que un modelo democrático que hubiera quitado al presidente algo de protagonismo, que hubiera acercado las decisiones a más personas y hubiera permitido que dentro de los principios del nuevo estado bolivariano, las opiniones disonantes tuvieran cabida y fueran respetadas, habría podido consolidar un modelo político que ahora, seguramente se desmorone al faltar el líder. Y con la caída caerán no solo las inmundicias del régimen, sino también lo que de bueno se haya conseguido, que me imagino que será más de lo que somos capaces de ver desde aquí.
Creo que la gran enseñanza de la experiencia chavista es precisamente, que ese modelo egocéntrico no es válido, no es estable y aunque estuviera cargado de razón, es incapaz de consolidar un proyecto patriótico sereno, abierto y participativo como el que necesitan tantas naciones, incluyendo a Venezuela y claro, también a España.
Son tiempos difíciles los que vivirá el pueblo venezolano, convulso y ocupado de ganar enfrentamientos fratricidas en lugar de ganar el futuro justo que seguro que deseo el MVR que tan equivocadamente, en mi opinión ha dirigido el difunto Hugo Chávez Frías. Toca reconvertirse a los que bienintencionadamente siguieron al presidente archipresente, olvidando a veces los objetivos para fijarse solo en el poder. Y a los que bieninitencionadamente le rechazaron, toca también saber acoger el futuro sin revanchismo y sí con un espíritu de confraternidad que es el cemento de todo proyecto patriótico que se precie.