"No hay trauma más insuperable que la pérdida de un hijo, lo que aún se agrava más cuando existe la duda de si realmente murió", afirmaba un conocido psiquiatra forense, con motivo de la celebración de un encuentro entre personas afectadas por la desaparición de hijos en hospitales en nuestro país, desde los años 40 hasta los años 90.
Y empleo bien el término, "desaparición", porque no hay rastro de esos recién nacidos que fallecían al poco del alumbramiento en extrañas circunstancias, después de un parto normal y sin complicaciones, a los que una enfermera o asistente se llevaba rápidamente para indicar a la madre, que en muchas ocasiones daba a luz sin la compañía del marido ni de ningún familiar debido a la organización del trabajo y de las comunicaciones en aquellos tiempos, que el niño había muerto, y que "está, como otros angelitos, con el Señor". Por supuesto, ningún familiar podía ver al niño ni encargarse del entierro, por mucho que tuvieran un panteón familiar: a la criatura la enterraba el hospital en una fosa común de la que, que en muchas ocasiones, los padres desconocían los datos, de modo que no pudieron llevar flores ni rezar a ese bebé supuestamente fallecido.
Cuál es la sorpresa de esas madres cuando ven que los cementerios certifican que "jamás se ha enterrado ninguna criatura abortiva con esos datos"... en otras ocasiones no se cumplimentó el "Cuestionario para la Declaración de Alumbramiento de Criaturas Abortivas al Registro Civil", de conformidad con el artículo 174 de su Reglamento (Decreto de 14 de noviembre de 1958), por lo que consta el nacimiento de una criatura, pero no su muerte ni su enterramiento... entonces, ¿dónde está? Aquéllos padres venidos de provincias, con pocos recursos y menos formación, a las capitales para dar a luz en hospitales modernos del Instituto Nacional de Previsión, confiaron en el Médico Jefe del Servicio de Guardia... que les apremió para que se fueran inmediatamente del hospital o les acusarían de desacato...
También los hay que acaban de enterarse de que sus padres les compraron por 200.000 pts en la Plaza Mayor de ciertas capitales, y sin embargo constan como hijos biológicos y no adoptados... y esto ya en 1986 y 1989,
Todos estos casos reales he tenido ocasión de tratar en mi despacho, contemplando absorto esa extraña mezcla de moral hipócrita con oportunidad de negocio; que obligaba a las mujeres a entregar a familias "como Dios manda" a los hijos que han sido fruto del pecado, muchas veces de una relación sexual inconsentida por ellas mismas.. hijos sacrílegos, como se llamaban hasta 1974, de religiosos y religiosas... o ilegítimos, que han sido dados en adopción con eventual engaño; unas veces, forzando a la madre a expiar su pecado dando a su hijo, y otras, simplemente fingiendo la muerte del niño, que salía por otra puerta, de madrugada y en un taxi en manos ya de los compradores.
Todo esto parece fruto de una moral hipócrita infectada por determinadas influencias políticas del Régimen de Franco y el rancio nacional-catolicismo, tantas veces excusa para ejercer el poder omnímodo y socavar impunemente los derechos de los demás; pero sin duda excede de ello, pues el tráfico de niños ha movido montañas de dinero negro en todos los regímenes políticos conocidos. El propio Gobierno que en 1987 proponía y aprobaba en Las Cortes la Ley de Reforma del Código Civil en materia de Adopciones, reconocía en la Exposición de Motivos de dicha norma que su razón de ser descansaba en la necesidad de erradicar el "vergonzoso tráfico de niños" y la carencia de garantías de los procesos de adopción conocidos hasta la fecha. En efecto, pues existen cerca de 30.000 casos potenciales, con redes desmanteladas en 1977 en Palma de Mallorca (más de 200 afectados), y en 1981 en Madrid, con motivo del descubrimiento de un cadáver de bebé congelado en la sala de autopsias de la Clínica San Ramón, que numerosas madres identificaron como el niño que les habían mostrado cuando pidieron ver a su hijo presuntamente muerto. Y nadie ha hecho nada..
Hoy, con las redes sociales, los afectados se han organizado, y tengo el honor de conducir la asistencia letrada de muchos de ellos. Pero queda una reflexión pendiente: 40 años de duda razonable de la fe pública judicial del Registro Civil.. de posibles documentos públicos falsificados, de cadáveres sin enterrar o tumbas vacías, de facturas falsas con el membrete de la Seguridad Social para encubrir pagos en dinero negro. ¿no son muchos años? ¿De qué vale nuestro Estado de Derecho, nuestro derecho constitucional a conocer la filiación, si nada de esto puede ser investigado con la excusa de la siempre omnipresente "Ley Orgánica de Protección de Datos"?
Estas preguntas me hago como ciudadano, como abogado, como persona y como falangista auténtico cansado de cualquier hipocresía; tanto la que hemos heredado de épocas pasadas infames, como la que presenciamos día a día, donde el dinero manda y parece estar por encima de las personas y de la ley.
G.P.S.