por Francisco Ortiz Lozano

Día tras día las noticias nos van dejando pasmados con las continuas ocurrencias o, mejor dicho, gilipolleces del progreserío feminista y nazionalista. Y siempre aclararé que no digo “los catalanes” o “los vascos”, generalizando, como hacen casi todos los contertulios televisivos, sean de derechas o de izquierdas, pues los vascos y los catalanes, como todo el mundo, son gente estupenda, normal y corriente. Me refiero a los del feminismo radical y a los nacionalistas secesionistas”, que ésos ya son otra cosa.

No tenemos posibilidad de contestarles en el “gran debate de los medios” y otras veces nos lo impiden las risotadas que nos pegamos ante tantas mamarrachadas, muchas de las cuales no deberían causarnos risa porque ya rayan en la dramática destrucción de nuestra sociedad y de una patria que lleva dos mil años dejándonos patrimonio espiritual, artístico, histórico, social, político, científico, civilizador, literario, poético...

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Lo penúltimo es lo del nazionalista del PNV, Ioseba Egibar, quien ha declarado que llevar la copa de campeones del mundo de fútbol al País Vasco es “una provocación”. Solamente el PSOE y el PP vascos han recibido a los tres futbolistas de la Selección que llevaban la Copa (uno de ellos, Xabi Alonso, que habló en vascuence, como buen vasco que es, además de buen español, buena gente y campeón del mundo). No debe extrañarnos que Egibar diga que llevar la Copa del Mundo al País Vasco para que puedan admirarla los vascos de buena fe sea una provocación, ya que este mismo individuo considera que el resto de los españoles no vascos somos extranjeros allí y además fue él quien definió a los etarras como “unos chicos” a los que había que comprender y sobrellevar. Valiente fichaje. Así, así, son los del PNV, gracias a los cuales Zapatero ha podido sacar su Presupuesto adelante a cambio de unos cientos de millones de euros para otras gilipolleces ombliguistas, y aunque todos los demás partidos, esta vez, votaran en contra de ZP. También el gobierno del PP de Aznar se apoyó en el PNV para gobernar. Si es que estamos apañados...

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Pero, vamos, hablando de gilipolleces, la palma se la llevan los feministas radicales progres como los de ciertos órganos de la Junta de Andalucía con eso del lenguaje no-sexista de las narices: ya nos están inflando los güendolines, como diría Ferrer.

He visto en la prensa la noticia acerca de las indicaciones que sobre la lengua castellana hace la Junta de Andalucía en un “Encuentro sobre ecofeminismo. Una mirada de género al medio ambiente”, ilustrada con la foto de tres personas hablando.

Y pasmaros con esta última ocurrencia de los defensores del lenguaje también llamado coeducativo.

Sobre dicho lenguaje feminista (que el PSOE entusiásticamente asume, y no digamos IU) ya escribí bastante en varios número del boletín “Pica” de FA de Ardales. Y no hubo quien replicara razonadamente ni “mu” a mis argumentos.

Por ejemplo, se empeñan estos señores y señoras (no quiero decir gilipollas pues podría tomarse como insulto, aunque yo no lo tomaría como tal, sino como definición exacta de lo que son quienes defienden semejantes mamarrachadas, o sea, gilipolleces); digo, que se empeñan estos señores y señoras en querer obligarnos a utilizar las palabras doblemente, con la doble terminación -os/-as en todos los escritos, cartas, redacciones, actas, noticias periodísticas, etcétera, etcétera, y hasta en el lenguaje coloquial. Y aparte del desastre lingüístico que eso supondría, nos encontramos con casos realmente esperpénticos. Ellos no se dan cuenta, quizá porque leen poco, tienen escasísima cultura o sacarían “Necesita Mejorar” en el área de Lenguaje...

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VAMOS A DAR UN POCO DE GRAMÁTICA SENCILLA para desasnar un poco a estos analfabetos “por vicio” (digo “por vicio” para diferenciarlos de los analfabetos “sin querer” o “sin culpa”, que serían tantas personas mayores como hubo y aún hay que no pudieron dar la cartilla porque sus padres no tenían medios para mandarlos a la escuela).

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Veamos los adjetivos (que no tienen problemas) y luego los nombres o sustantivos (en los cuales está la madre del cordero).

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En castellano existen dos tipos de ADJETIVOS en cuanto a su terminación: los de una sola terminación y los de dos terminaciones; ambos son, absolutamente siempre, “políticamente correctos”, tanto para los feministas como para los no feministas.

El adjetivo de una sola terminación, que no suele terminar ni en -o ni en -a, “gracias a Dios” se emplea para ambos géneros con toda naturalidad, ininterrumpidamente desde que fueron naciendo en la Edad Media. Por ejemplo: ágil, feliz, inteligente, torpe..., de forma que valen tanto para el masculino como para el femenino y se puede decir: mujer ágil, hombre ágil; hombre feliz, mujer feliz; mujer inteligente, hombre inteligente; hombre torpe, mujer torpe...

Y el adjetivo de dos terminaciones también sería del gusto del feminismo radical, pues sistemáticamente utiliza la terminación “–o” para el masculino y la terminación “-a” para el femenino.

Así se dice en castellano:

hombre malo, mujer mala; mujer lista, hombre listo; gato gordo, gata gorda; muchacha guapa, muchacho guapo; toro sucio, vaca sucia...

¡Sin problemas!

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Pero otra cosa es el NOMBRE. Porque aquí, señores, nuestro idioma castellano se las trae.

Los nombres (o sustantivos) castellanos pueden acabar en las terminaciones que les dé la real gana, y por eso el feminismo analfabeto tiene la desfachatez de querer enmendar el castellano. Todos los gobiernos españoles desde hace dos mil años han sido de todo, desde magníficos hasta tiránicos, pasando por regulares, ¡pero lo que ha hecho el gobierno socialista de Zapatero es lo nunca visto, no contentándose con gobernar, sino que quieren redefinir a su antojo conceptos e instituciones antiquísimas como el matrimonio y hasta corregir nuestra amada lengua castellana que tiene mil años de antigüedad!

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Como digo, los nombres castellanos terminan en todo tipo de fonemas-letras, tanto vocálicos como consonánticos.

Puede ser que haya nombres masculinos acabados en -o y femeninos acabados en -a; es lo que suele ocurrir con frecuencia y entonces no hay problema.

Ejemplos:

niño/niña; abuelo/abuela; cuñado/cuñada; maestro/maestra; obrero/obrera; abogado/abogada; pavo/pava...

Puede ocurrir que el masculino no termine en -o, pero el femenino sí lo haga en -a:

trabajador/trabajadora; león/leona...

Puede ocurrir que haya femeninos con terminaciones especiales:

gallo/gallina; rey/reina; actor/actriz...

Puede ocurrir que haya palabras distintas para uno y otro género:

yerno/nuera; toro/vaca; caballo/yegua; hombre/mujer...

(Ya van a entrar los nombres que motivan que los del feminismo empiecen a meter la pata...)

Puede ocurrir que haya nombres no acabados en -o/-a y que valen exactamente igual para uno y otro género. Y entonces, cuando más contentos deberían estar las feministas radicales, ¡es cuando saltan histéricas (como una señora de CCOO con la que me topé con el caso que diré), empeñándose en que hay que “femenizar” esos nombres. Pero ¿por qué?, si esos nombres serían los verdaderamente deseables para evitar discriminación puesto que no hacen distingos...

Ejemplo claro que motivó aquella discusión:

El sustantivo “juez”, que debido a que acaba en “-z”, y no siendo la “z” “sospechosa de machismo” como la “o”, da lugar a estas expresiones tan loables en el castellano natural:

el juez/la juez, sin discriminación de ninguna clase, como en inglés, donde "teacher" vale democráticamente lo mismo para maestro que para maestra, o "cat", que tanto es gato como gata.

Pues no están conformes. Dicen las feministas radicales, como la de CCOO, que debe decirse juez/jueza, ¡con lo cual ellas mismas caen en la trampa de incidir, de zaherir, de hurgar, de caer en la discriminación!

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El tema ya se pone a punto caramelo cuando hallamos NOMBRES FEMENINOS QUE ACABAN EN "-o", Y NOMBRES MASCULINOS QUE ACABAN EN "-a".

Y entonces los feministas se ponen a desvariar que da gusto.

Ejemplo:

la modelo” se usa como nombre femenino acabado en -o, por lo que, siguiendo su paranoica teoría, habría que cambiar esa “o” por una “a” y decir “la modela”;

el cura” es masculino acabado en -a, por lo que según ellos habría que decir "el curo";

el cabo” daría lugar, si es una mujer, a “la caba”;

la ballena” seguiría siendo “la ballena” si es hembra, pero, si fuese macho, habría que decir “el balleno”.

Algunos ejemplos ya nos tirarían por el suelo revolcándonos de risa:

Por ejemplo, sería incorrecto para estos iletrados del ecofeminismo de la Junta de Andalucía decir “Mira qué mariposa más bonita”, si se diera el caso de que el bichito que en ese momento admiramos fuera macho; habría que enmendar el castellano y decir “Mira qué mariposo más bonito”. Ítem más. Cuando la mariposa está en estado de larvario (como el gusano de seda) ciertamente es asexuada, y se la denomina “oruga”. Pero ¿y si se trata de una oruga que luego dé lugar a una mariposa macho, a “un mariposo”? Semejante discrimación por motivos de sexo sería intolerable. Y la respuesta de Bibiana Aído a esta pregunta estaría cantada: habría que decir, según ella, que se trata de “un orugo”.

Y podríamos seguir y seguir:

Y así, “fantasma” sólo podríamos decirlo si se trata del espíritu de una mujer, pues si se tratara del de un hombre, entonces sería ¡“un fantasmo”! De la misma forma que sólo podríamos decir que se trata de “un espanto” si es el alma difunta de un hombre, pues si lo fuera de una mujer, deberíamos de decir ¡“una espanta”! ¿Y por qué el alma tiene que ser femenina siempre? Las de los hombres deberían decirse “almos”. Y ya puestos, el sustantivo "espíritu", que es insufriblemente machista, no debería utilizarse para el caso de una mujer, que sería "espírita".

De la misma forma, aunque toda la vida de Dios haya existido el nombre “poeta” para el hombre y “poetisa” para la mujer, las feministas han conseguido desterrar, por machista y cursi, la palabra “poetisa” (realmente era cursi), y decir “poeta” también si es mujer. Me parece, de verdad y sinceramente, fenomenal. Pero lo malo es que creo que no pararán ahí, y de la misma forma que exigen “jueza”, con “-a” para las mujeres, acabarán exigiendo, con el mismo razonamiento, “poeto”, con “-o” para los hombres.

Meterían la pata en casos como “soldado”. Al admitirse el ingreso de la mujer en el ejército, siguiendo las mismas premisas de las feministas, cuando se trate de una mujer habría que decir “soldada”. Lo malo es que la palabra “soldada” ya existe en castellano y quiere decir “remuneración que se da a un soldado” como paga. Y ello motivaría equívocos lamentables desde el punto de vista de la ideología de género, pues alguien podría confundirse con este lenguaje coeducativo y creer que “la soldada” es una mujer que se le da a un soldado como remuneración...

Y si “soprano” acaba en “-o” siendo un sustantivo femenino cien por cien, habría que cambiarlo y decir “la soprana”.

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Sobre las mil paridas mentales de los tiranos y tiranas del feminismo podríamos añadir infinitas lecciones de Gramática para intentar que dicha gente se pensara mejor las cosas antes de seguir rebuznando.

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Dicen los del “ecofeminismo” (así se autodenominan ellos y ellas) que hay que evitar en los impresos poner expresiones como “El interesado” y en su lugar colocar “A quien interesa”, a fin de evitar las connotaciones masculinas de la palabra “interesado”. Y que hay que cambiar, por ejemplo al escribir sobre Filosofía, “el hombre” por “la humanidad”; o emplear “el profesorado” en lugar de “los profesores”; o “el alumnado” en lugar de “los alumnos”.

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Y al querer hacernos tragar estos sapos no se dan cuenta de que en la lengua castellana hay varios tipos de nombre o sustantivo, y que no se pueden confundir los significados de unos tipos con los de los otros.

Así, hay:

-Nombres comunes y propios.

-Nombres individuales, cuando nos referimos a un individuo o elemento, aunque sea en plural, como “oveja, ovejas”; y colectivos, cuando nos referimos a un conjunto, aunque sea en singular, como “rebaño”.

-Nombres concretos, cuando son tangibles, perceptibles por los sentidos o alguno de los sentidos, como “muchacha”; y abstractos, cuando no lo son, como “juventud”.

-Etcétera.

Pues bien, los ecofeministas pretenden convertir POR LA CARA nombres individuales, como “el hombre, los hombres”, por nombres colectivos, como “la humanidad”; de tal forma que les cambian su significado porque a ellos les da la gana.

Igualmente, nos han dicho que cambiemos nombres concretos, como “profesores”, por nombres abstractos, como “el profesorado”. Así, como en mi colegio hay un lugar que se llama “Sala de profesores”, tendríamos que cambiar su rótulo por “Sala del profesorado”. En una sala de profesores uno espera encontrarse tanto a profesores como a profesoras, ya que como todo el mundo sabe, en castellano no sólo existe el masculino en sí, sino el masculino genérico (que engloba con igual dignidad y sin discriminación ninguna tanto a lo masculino como a lo femenino), y todo quien no sea tonto (o tonta) comprende inconsciente y perfectamente, según el contexto, que cuando decimos “Los mamíferos son vertebrados vivíparos, cuyas crías maman leche de sus madres” nos estamos refiriendo tanto a mamíferos y crías machos como a mamíferos y crías hembras. De igual forma, si decimos “Los profesores del colegio de Ardales” nos estamos refiriendo tanto a profesores como a profesoras, sin dejarnos a nadie fuera. En cambio, si hacemos caso a esta gente ecofeminista, corremos el riesgo de que si alguien va a entrar en un sitio que ponga “Sala del profesorado”, pudiera pensar que va a entrar en una especie de archivo o museo de historia natural donde va a encontrar conceptos pedagógicos y unidades didácticas flotando en el aire...

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Los prehistoriadores (¿y a que todo el mundo que me está leyendo sabe sin lugar a dudas que al decir yo “los prehistoriadores” me estoy refiriendo también a las prehistoriadoras?), bueno, pues los prehistoriadores utilizan expresiones como “Hace unos treinta mil años el hombre de Cro-Magnon sustituyó al hombre de Neanderthal”. ¿Y qué quieren los ecofeministas del PSOE e IU que digan los prehistoriadores (perdón, “el profesorado, la licenciatura y el doctorado de Prehistoria”)? Quieren que digamos lo siguiente:

Hace treinta mil años el hombre y la mujer de Cro-Magnon sustituyeron al hombre y a la mujer de Neanderthal”: una afirmación absurda y paranoica, pues todo el mundo incluso un niño de Primaria sabe de antemano que si no hubiera habido también mujeres cro-magnones y neanderthales, la humanidad se habría extinguido en pocos años. ¡Ahora sí, aquí sí, hay que emplear la palabra “humanidad”!

O quizá quieran obligar bajo multa a los prehistoriadores, y prehistoriadoras (ya me estoy volviendo majareta yo también), a que digan:

Hace treinta mil años la humanidad de Cro-Magnon sustituyó a la humanidad de Neanderthal”, destrozando atrozmente el idioma y sacándole las tripas a navajazos “ecofeministamente correctos”.

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Pero es que es peor todavía.

Los ecofeministas aconsejan que en lugar de “el hombre” se diga “el ser humano”.

Bien, pero por la misma regla de tres no deberemos decir:

El perro es el mejor amigo del hombre”, sino “El ser perruno es el mejor amigo del ser humano”.

O:

No decir “El gato suele ser interesado y desagradecido con su dueño”, sino “El ser gatuno suele ser interesado y desagradecido con su dueño y con su dueña”.

O peor aún:

La expresión “Los cerdos y los caballos fueron los últimos animales en ser domesticados por el hombre” no valdría, por desobecer al menos tres artículos ecofeministas. Y tendríamos que decir: “Los seres porcinos (¿o cochinescos quizá?) y los seres equinos fueron los últimos animales en ser domesticados por el ser humano”. O bien: “Los cerdos y las cerdas y los caballos y las yeguas fueron los últimos animales en ser domesticados por los hombres y las mujeres”.

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Estos ejemplos, lejos de ser absurdos, son la prueba palpable de que el hecho de que la lengua castellana sea como es no es producto de siniestros planes elaborados por gramáticos machistas de la Edad Media, como suponen las feministas, sino producto de eso tan sencillo que es la “economía del lenguaje”, es decir, expresar lo más acertadamente posible, con el menor número de palabras y con un estilo fluido, sencillo y bello, un mensaje.

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Una maestra perteneciente a la UGT dijo hace poco que el idioma inglés no es tan machista como el castellano porque normalmente sus nombres no hacen distingos entre masculino y femenino, y me puso como ejemplo “teacher” (que vale para maestro y para maestra) y “cat” (que vale para gato y para gata).

Estupendo, entonces, ¿por qué cuando en castellano ocurre lo mismo, y encontramos nombres que valen exactamente igual para el masculino y el femenino, resulta que precisamente las feministas insisten en marcar la distinción de género? ¿En qué quedamos?

Ejemplos.

Hay nombres que no acaban en las vocales -o/-a, sino en las consonantes “l, z, r”, que no son nada sospechosas de machismo. Desde siempre fueron empleados con naturalidad tanto para el masculino como para el femenino (como el inglés “teacher”). Por ejemplo:

-“"juez”, que antes cité. Y se decía (en paz y con naturalidad hasta ahora) “el juez” y “la juez”. Pero nada, llegan las feministas, dictaminan que ahí hay discriminación y quieren obligarnos a decir “el juez” y “la jueza”.

-“concejal”. Se puede decir “el concejal José” y “la concejal Eva”, ya que “concejal”, al acabar en ele, ni tiene connotación masculina ni connotación femenina. Pero nanay de la China. Los feministas socialistas dijeron en un pleno que hay que decir “la concejala”. Bueno, aparte de que a mí no me da la gana de que nadie me quiera obligar a hablar como ellos dicen y de que me niego a destrozar el idioma, resulta de que ellas mismas están discriminándose, pues “concejal”, acabado en ele, vale igual para todos y para todas (como el inglés “teacher”). En cambio, un nombre sinónimo de “concejal”, “edil”, y tan parecido que acaba también en ele, sí les vale para hombre y mujer: “el edil Pepe” y “la edil Pepa”. Esto es la reoca. Si fueran congruentes dirían “El edil Pepe y la edila Pepa han robado al ayuntamiento y al pueblo recalificando terrenos”.

Pero lo peor (¿cuántas veces tendré que seguir diciendo “pero lo peor”?) es que, siguiendo estos mismos razonamientos de los ecofeministas, el sustantivo “ser”, que acaba en “r” (¡como el inglés “teacher”, que tanto les gusta!) y que vale tanto para el hombre como para la mujer, digo yo que también tendrá que adecuarse a la ideología de género, y decirse: “El hombre es un ser humano y la mujer es una sera humana”. ¿O no?

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Dijo la ecofeminista socialista condecorada con la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, Bibiana Aído, y se quedó tan pancha: “Los miembros y las miembras del Congreso de los diputados y diputadas”.

Y aquí ya nos vamos a despanzurrar.

Vamos a ver, “miembro”, aunque acabe en “o” es palabra de género masculino, pero obligatoriamente aplicable tanto a nombres masculinos como a nombres femeninos. “Miembro” quiere decir “parte de un todo” y en su origen es una palabra que alude a la Anatomía. Se aplica tanto a sustantivos masculinos (por ejemplo “brazo”) como a los femeninos (por ejemplo “pierna”): “Los brazos son miembros del cuerpo”, y “Las piernas son miembros del cuerpo”, pero no “Las piernas son miembras del cuerpo”.

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Porque, estimados lectores (y lectoras, uf): si nos aplicamos los dictados de Bibiana Aído y la obedecemos nos acabamos de cargar el castellano. Ella y su clan dicen que hay que decir “miembra” al referirnos a las mujeres, por la sencilla razón de que “miembro” es nombre de género masculino.

Entonces, siguiendo al pie de la letra y exactamente su mismo argumento, ese sustantivo tan hermoso que es “persona”, por acabar en la vocal del femenino, “a”, y no sólo eso sino por ser un nombre exclusivamente de género femenino, AUNQUE SE APLIQUE A UN HOMBRE MACHO Y DE PELO EN PECHO, también deberá masculinizarse cuando se aplique a un hombre, y cambiarle la “a” por la “o”:

Habrá que decir “Bibiana es una persona muy simpática”; pero ya no podremos decir “Zapatero es una persona muy simpática”, sino “Zapatero es un persono muy simpático”.

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Y a los niños en la escuela no podremos enseñarle, bajo pena de ser acusados de machistas, los nombres “mamífero” y “vertebrado”, por ser exclusivamente masculinos, y “cría”, por ser exclusivamente femenino. Y no podremos decir “Los gatos son mamíferos pues son vertebrados vivíparos, cuyas crías maman leche de sus madres”, sino el rocambolesco: “Los gatos y las gatas son mamíferos y mamíferas, pues son vertebrados y vertebradas vivíparos y vivíparas, cuyos críos y cuyas crías maman leche de sus madres".

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Y sobre lo de “el soldado” y “la soldada”, insisto en que hay que seguir teniendo cuidado de no ser acusado de machista. Cuidadín con titular una noticia “A pesar de que los soldados fueron muy valientes en el ataque talibán, las soldadas son miserables”, pues algún malpensado creerá que con “soldadas” nos estamos referiendo, no a las pagas que les dan, sino a las mujeres militares (o “militaras”).

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En fin, mientras Andalucía languidece por el paro, en lugar de dedicar todas sus energías a la economía y a la justicia social, ahí tenemos en la foto de dicha comisión sobre ecofeminismo a tres mendas del gobierno autonómico del PSOE perdiendo el tiempo con todas estas gilipolleces. Oh, perdón, perdón, que eran un hombre y dos mujeres, es decir un político y dos políticas, por lo tanto debo decir que en la foto aparecían “dos mendas y un mendo”.

Dejemos que la feminista gilipolla y el feministo gilipollo (como diría Pérez-Reverte) sigan con sus paranoicas manías persecutorias. Y nosotros, hombres y mujeres normales, corrientes y decentes, sigamos empleando y disfrutando de LA LENGUA CASTELLANA COMO LA HISTORIA LA PARIÓ.