por Eduardo López Pascual
Por supuesto que nos diferenciamos del resto de Europa o por lo menos de Francia, tan cercana y distante. Cuando muchos se afanan en que nos parezcamos cada vez más al resto de los países europeos de nuestro entorno, hete aquí que en materia de reivindicaciones sociales actuamos de forma distinta a la de nuestros compañeros trabajadores franceses y de sus sindicatos. La pugna que éstos mantienen contra el gobierno conservador del Presidente Sarkozy, no encuentra –ni aunque los frían-, coincidencia en sus homólogos españoles en esa batalla abierta contra el retraso en la edad de jubilación de los sesenta a los sesenta y dos años.
Las nueve huelgas, varias de ellas generales, con que los trabajadores franceses se han opuesto a las políticas neoliberales del gobierno galo, han llenado de protesta a todo el territorio de la nación vecina y hasta los estudiantes se han manifestado junto a los obreros contra unas disposiciones que estiman injustas e indiscriminadas, llenando calles y plazas de lucha reivindicativa.
Se calcula que un setenta por ciento de la población francesa rechaza una ley que aumenta en dos años el computo del trabajo, que en pura lógica frenará la entrada al mundo laboral de los más jóvenes, exigirá cotizar más y no se incentivará la incorporación al mercado de trabajo...
Millones de franceses muestran su oposición a las injustas políticas neoliberales que atentan contra los derechos sociales, mientras en España los sindicatos “mayoritarios” subvencionados hasta dar vergüenza, no mueven ni un cartelón de protesta. ¿Qué ocurre en nuestra nación desnortada, amaestrada por el gobierno falaz y neoliberal de Zapatero? ¿Cómo es posible que aquí, donde la edad de jubilación está en los sesenta y cinco años y se pretende que llegue a los sesenta y siete, ningún sindicato mayoritario haya tomado la bandera de la lucha ante decisiones de este tipo? No queda más que la sensación de que nuestros sindicatos mayoritarios, están vendidos al poder doctrinario e ideológico de la Moncloa.
Naturalmente, la gente aquí, en España, no es analfabeta y sabe que es precisamente la dependencia que tienen con el Gobierno lo que paraliza a los sindicatos UGT y CCOO, todos los días perdiendo credibilidad y afiliados; que es la mamandurria que reciben lo que les impide estar en la calle, apoyando las reivindicaciones de sus compañeros europeos. Pero esto es España, donde ya no se sabe cuales son los nuestros. Claro que no hay que ser un sabio para comprender que los nuevos factores de demografía e inmigración, suponen tener que revisar algunos parámetros económicos y sociales, pero eso se habla con los interesados, los trabajadores, llegando a acuerdos tan fáciles y tan positivos como por ejemplo, dejar libre la edad de jubilación, una vez cumplido su ciclo laboral, pero no una imposición que sólo beneficia a los de siempre.
Francia-España, una fotografía donde se refleja, de verdad, la diferencia entre una nación con alma, con criterio, con libertad y una sociedad domesticada a través de unos sindicatos, UGT-CCOO, que no se atreven a decir basta a la estafa de unos gobernantes traidores a la gente que trabaja.