por Juan Francisco González Tejada

 

Ayer cuando me metí en la cama y mientras me rendía al sueño, estaba escuchando la radio. En la emisora que tenía sintonizada, se ocupaban de los temas deportivos. El comentarista narraba con pasión el acto de la entrega de los premios Príncipe de Asturias y ponía énfasis en la actitud de Vicente del Bosque que saltándose el protocolo (cuestión está según la narración, constatada con la organización), protagonizó uno hecho que pone de relieve la virtud personal de este hombre tranquilo, de este entrenador poco bullicioso, de esta persona que mientras más discreción muestra, mayor es la fortaleza que desprende. Del Bosque no quiso ser tampoco en este caso, el protagonista de una escena que había sido diseñada para él, con rigurosa exclusividad. Este hombre, hecho de una solidez humana inquebrantable, renunció a la gloria que le habían reservado y lejos de alimentar su ego con profusión, puso sus ojos en otros, quiso compartir, hacer de su triunfo no la proyección de su persona, sino el homenaje a la cadena de trabajo, de esfuerzo que requiere el llegar donde ha llegado nuestro equipo nacional de fútbol. Y fuera de lo marcado por el guión, salió para llamar a Luis Aragonés, su predecesor en el cargo, y compartir el premio.

Vicente del Bosque

Tengo que decir que cuando escuchaba esta noticia, me emocioné como lo hago cuando ante mi ojos veo, la expresión viva de los sentimientos humanos. Eso me pasa desde que de pequeño veía aquellas películas que nos hacían bucear en el mundo de los sentimientos mas nobles del ser humano. Muy lejos de lo que, por desgracia, la pluralidad televisiva actual pone delante de los ojos de nuestros hijos.


Después de presenciar semejante ejemplo, que no es el relato literario de lo potencialmente posible, de lo que las cosas debieran ser, sino que es la IDEA llevada al mundo de los hechos, me preguntaba y la vez me respondía, qué sería de esta sociedad nuestra si nuestros políticos, los que se encuentran en una posición desde la cual pueden influir en las vidas, los destinos o las circunstancias de los demás, mostraran esta generosidad, esa humildad, ese trabajo silencioso pero efectivo. No estaríamos donde estamos, habríamos salido de la tortuosa autopista por un lado de la PROPAGANDA, de la incompetencia, de torpeza reiterada, de la mentira inoculada en la vena social, de la mediocridad llevada al elitismo político. Y por otro, de la no menos tortuosa autopista de la critica fácil, de la contemplación plácida del derribo de la casa donde hemos de dormir sin tener el arrojo de remangarse para poner sobre la mesa el proyecto claro, definido y valiente de cómo apuntalar, arreglar y engrandecer el solar PATRIO que no pertenece ni a esta ni a la próxima generación, sino que es un patrimonio que hemos heredado no para liquidarlo sino para engrandecerlo y acrecentarlo.


Vicente del Bosque, una gran persona, un español de los que estamos muy necesitados. Aunque sólo sea por eso, este hombre debiera ser ministro  de Educación para la ciudadanía. Aunque sea sin cartera, su valor está en el gran espíritu que le anima.