Es tan poco frecuente que un juzgado falle en contra de los intereses de un banco, que cuando ocurre, aquellos que nos hemos mostrado siempre muy críticos con el papel de la banca en nuestro mundo, no podemos evitar una sonrisa, e incluso un pequeño atisbo de esperanza.
La sentencia que se ha producido en Navarra y que se ha conocido en estos días sobre la liquidación de una deuda con garantía hipotecaria mediante la entrega de la casa hipotecada, supone un pequeño contratiempo legal para el sistema bancario. Probablemente no soporte el recurso de la todopoderosa entidad de Don Emilio Botín en la siguiente instancia judicial, pero viene a demostrar que aparte de las leyes, que sabemos que cumplen a rajatabla tanto si les gustan como si no, en ocasiones se impone en sentido común entre nuestros magistrados.
Cuando una familia deja de pagar su hipoteca y se ve forzada a abandonar su vivienda, que el banco aún tenga la capacidad legal de poder reclamar cuotas al deudor, por no haber obtenido en subasta el importe suficiente para cubrir la deuda, es, como poco, abusivo. Son los bancos los que en todo momento han determinado hasta donde podían esperarse que iban a subir los precios y de alguna manera el valor, de los bienes hipotecados. La fluctuación del mercado en ese valor debiera ser asumida por ellos y no por las familias, que no pudieron elegir ni los precios de las viviendas en general, ni el coste de la financiación con la que estas fueron adquiridas. Hay que decirlo claramente: el mercado de hace unos años, era el que era y no había alternativas si es que los ciudadanos querían adquirir una vivienda.
Hacer caer el peso de las leyes de la oferta y la demanda sobre el más débil, es tan natural en el liberalismo, que de hecho, esa realidad forma parte de los cimientos mismos del sistema. Un sistema darwinista, donde prepondera el más fuerte y donde todo son desventajas para los débiles.
Las familias muy debilitadas en este trance de crisis, porque son siempre débiles, aunque no se note tanto en otros momentos, ahora podrán atisbar un pequeño rayo de esperanza en esta sentencia, que si bien ataja solo una pequeña parte de los abusos cotidianos de la banca, supone un primer aviso de que por encima de los intereses de los poderosos, a veces puede ser que este la justicia.
Ahora hay que ser consecuentes y saber que con este aguijonazo, puede ser que el poder judicial haya perturbado la siesta placida del oso que es la banca privada y es muy probable que ahora despierte, reparta un par de zarpazos y todo vuelva a la normalidad. Es decir, a la bancocracia a que nos tienen sometidos los políticos financiados por las entidades bancarias. Ojala supieran nuestros poderes públicos hacer ahora un esfuerzo, tomar conciencia de que la banca es un poder amenazante y que su violencia y capacidad destructiva está latente solo porque el sistema lo alimenta bien y a diario. Empezar por reconocer el problema podría ser un principio a su solución, resistir los embates de la maquinaria de defensa jurídica de la banca y seguir aplicando la justicia, sin temer las represalias financieras, es lo que necesita esta nación para empezar a ser libre.
Observemos atentamente la actitud del gobierno en esta cuestión. Aun pareciendo solo una cuestión judicial el calado de esta sentencia es mucho mayor. Puede ser el primer, tímido paso hacia una rebelión contra la dictadura de la banca privada o puede ser solo la quijotada de un Juez, carente de respaldo y solo ante el peligro. Esperemos que sea el primer caso y que se repitan en estos días de plomo, otras sentencias semejantes, que sin miedo al gran poder de la banca, sepan administrar una justicia que por una vez, beneficie a los más débiles.