Una vez más traemos aquí un artículo de Fernando Valbuena, este ha sido publicado en el diario regional HOY el viernes 5 de junio de 2015. Básicamente estamos de acuerdo con lo expuesto y con cómo lo expone, porque cansa ya tanto señalar a separatistas mientras los separadores se van de rositas. Ambos son perjudiciales y dañinos para la unidad y la integridad de España como patria común e indivisible de todos los españoles. Pero no olvidemos que la misión de los separatistas es alejarse de esa patria común, por eso no tienen ningún respeto por los símbolos comunes. Mucho más grave es la actitud de los separadores, que envueltos en los símbolos que deben representar a la unidad de todos, con su actitud de odio y repudio hacia separatistas convierten dichos símbolos en objeto de repulsa. En Falange Auténtica lo tenemos muy claro desde hace mucho tiempo, la actitud de separatistas y separadores pone en grave peligro la construcción de ese sugestivo proyecto de vida en común que debe ser una España unida, libre y para todos.
YO ESTUVE ALLÍ
Ni un mal gesto, ni una palabra de más. Las Ramblas en rojo y blanco. Dice El Correo de ayer que los vascos se dejaron más de un millón de euros solo en los peajes de la Vasco-Aragonesa. ¡Y lo que se comieron! ¡Y lo que se bebieron! Algo de eso vi. Les vi felices junto a la fuente mágica de Montjuich, y de allí a la Plaza de España, porque aún hay una plaza de España en Barcelona. Barcelona, soberbia sobre el mar, mientras marchaban los rojiblancos junto al viejo ruedo de Las Arenas. El huracán camino del Nou Camp.
Les cuento lo que vi por si les sirve de algo. Sobre todo porque muchos han opinado sin estar. A mí no me dieron silbato alguno. Tampoco vi repartirlos. Nunca, ninguno. Al contrario, allí solo encontré buenas maneras y una reconfortante armonía entre aficiones. Es más, al verme con mi disfraz de forofo y chapela, lo mismo me animaban transeúntes que se identificaban como españolistas, o sea, pericos, que culés. Uno me dijo que perder, si eran con nosotros, era menos perder. Ni una sola referencia, ni la más mínima, al himno. En esa calma entramos en el estadio Marco y yo.
¿Se pitó el himno? Yo no lo oí. El himno, digo. Es como si lo hubieran puesto en el iphone del rey. Un himno venido a menos, casi alevoso. ¿Lo silbaron? Sí, pero no todos, ni siquiera los más. Mi buen amigo Marco Sánchez Becerra y yo nos levantamos en señal de respeto, y, dadas las circunstancias, aplaudimos. Aplaudimos porque no somos conejos. A mi lado una joven aficionada del Athletic, vistiendo la rojiblanca, aplaudió; y aplaudió, vistiendo la rojiblanca, un señor de mediana edad que tenía delante de mí. Aplaudieron sin miedo. Puede que sus aplausos se fundieran con los pitos, pero aplaudieron. No oí el himno, pero se lo oí cantar a los que estaban a mi lado. En silencio, porque somos un pueblo tan mediopensionista que ni siquiera tenemos para la letra del himno. Oí el himno en sus corazones. Y me emocioné, porque los himnos están hechos para cantarse de cara al peligro, lo otro no son himnos, son nada, cosa de borrachos. Cuando terminó el partido sonó atronador el “We are de champions” sin que los cánticos pudieran acallarlo. ¿Por qué no sonó así el himno nacional? “¿Y si llamamos a Sonido Rubio para el año que viene?”, bromeó Marco con sorna.
Otros callaron por miedo. La calle y el pensamiento único son patrimonio de los nacionalistas. Pero ellos, los nacionalistas, no son los culpables de este desaguisado, los culpables somos los que, reconociéndonos españoles, hemos renunciado durante cuarenta largos años a inculcar en nuestros hijos el amor a la patria, a sus gestas, a sus héroes, a sus glorias pasadas, a nuestra historia en común, y, en definitiva, a los símbolos en que la patria se hace carne. Menos informática, menos inglés, y más patriotismo en las escuelas, en las casas, en los talleres,… España ha renunciado a sí misma. Todos hemos sido culpables de esta deriva moral, los votantes y los votados. Todos hemos cometido un delito de lesa patria. Hemos dado alas a los separatistas durante cuarenta años. Tanto preferir los barcos a la honra que ahora nos vemos, por nuestra mala cabeza, sin barcos y sin honra.
Pero hay otro delito aún más grave, dejar de amar a la patria entera. Son los separadores, los que olvidan que son vascos y catalanes los que se enfrentan día a día a la marea separatista. Vascos y catalanes que no necesitan nuestras monsergas sino nuestro respeto y nuestra mano tendida. Vascos y catalanes que cantarán el himno mientras haya aliento en la garganta del león español.
Fernando Valbuena