Por Francisco Ortiz Lozano
En la noche del 22 de diciembre de 2007, falleció Antonio Romay Martínez, afiliado de Falange Auténtica de Málaga. Había nacido un 5 de julio de 1932. Tenía, pues, 75 años.
Pensar en Romay, para mí, siempre ha significado oír el eco de la palabra fidelidad. Hace muchos años que vengo diciendo, en su presencia o en su ausencia, que era el más fiel de los falangistas.
Sus datos biográficos son sencillos y, al mismo tiempo, grandiosos.
Toda su vida obrero de la impresión, impresor en La Española. Allá lo veía con su mono de trabajo y sus manos tiznadas con los tipos metálicos de la imprenta.
Hablé por primera vez con él y, desde entonces, congeniamos totalmente en abril de 1978, cuando él -como miembro de Círculos José Antonio desde hacía años- y yo coincidimos en una conferencia de Sigfredo Hillers.
Luego, todo ha sido hermandad, camaradería y trabajo codo a codo por lo falangista.
En FE-JONS de Málaga, entre 1983 y 1989, congeniábamos en la misma línea, en pro de una Falange actual, democrática, social y permanente en lo esencial.
En 1989, tras cierto desmoronamiento en la provincia, cuando tuve que arremangarme para hacerme cargo de Falange, él se puso a mi lado incondicionalmente y jamás se apartó.
Antonio Romay fue candidato falangista siempre, en todo tipo de elecciones.
Participó en varios congresos nacionales y regionales, insistiendo en pro de la renovación. En el famoso congreso de FE-JONS del 2 de julio de 1995, en Madrid, Romay se levantó como un resorte para defender la entrada, legítima y justa, de los concejales de El Hoyo de Pinares (Ávila) y Mairena del Alcor (Sevilla).
Cuando hubo que apoyar a Morales y lo de FEA, allá que Antonio nos siguió.
En 1996 y 1997, foró un tándem atípico, curioso, fructuoso, en Falange de Málaga, con Enrique Carbonell Sánchez-Gijón, quien al principió le revolucionó con sus genialidades y que al final lo cautivó con sus limpios ideales.
Cuando algunos en Málaga consideramos que la línea se torcía haciendo un viraje hacia posturas ultroides, en el año 2001, Romay se borró al parejo que nosotros.
Y cuanto, el 26 de octubre de 2002, se reunió en Málaga la primera puesta en escena de Falange Auténtica, allá estaba él, con unos pocos, reiterando su lealtad a los auténticos ideales del falangismo y pidiendo que nunca olvidáramos llamarlo para lo que hiciera falta.
En una ocasión le pregunté:
- Antonio, ¿de qué te viene ese falangismo tan constante?
Y me respondió que, en 1943, cuando tenía 11 años, entró como flecha en el Frente de Juventudes con Fernando Romero (otro magnífico camarada) y desde entonces se dijo: "Yo seré de José Antonio hasta la muerte".
No vi fidelidad igual. No falló nunca. Y apenas cinco días antes de su muerte recibimos del banco la notificación de que había abonado la última cuota.
Su viuda, María Teresa Slva, muy emocionada, nos ha agradecido el detalle de las cinco rosas rojas con la cinta roja y negra, diciéndonos:
- ¿Cómo no voy a verlo bien, si eso era algo suyo y lo llevó siempre dentro?
Y cuando hemos hablado con su único hijo, José Antonio Romay, de 30 años, él nos ha confesado que su padre se lo decía desde chico:
- A ti te puse el nombre por José Antonio Primo de Rivera.
Esta tarde, lluviosa y triste de un domingo 23 de diciembre, víspera de la Nochebuena, hemos despedido a Antonio en el cementerio de Málaga. Luego, nos rodeó la noche desapacible por su pérdida terrenal. Pero, sin duda, también es una Nochebuena, como la de mañana, por el ganancia de un alma noble en el Cielo.
Porque Antonio Romay fue cada día de su vida, desde que cumplió 11 años, en este orden, cristiano y falangista de los buenos.
Antonio Romay Martínez, ¡presente!