El pasado 19 de noviembre, víspera del aniversario del fusilamiento de aquél a quien tanto honró, dejó la vida breve nuestro amigo y camarada Antonio Rodríguez Herrero: para entrar en esa otra Vida, la de verdad, la eterna, la que tanto tiene que ver con los luceros.
Para su esposa Angelines y sus dos hijas queda la inconsolable pena de no tener un poquito más con ellas al esposo y al padre bueno, trabajador, cariñoso y alegre. Pero también queda la fe y la esperanza cristianas de saber con certeza que él vive y descansa ahora con Dios y todos los seres queridos que dejaron este mundo antes que él, en ese lugar inexplicable para nuestras pobres entendederas humanas, pero al que algún día también iremos todos nosotros. Sabemos cuándo nacemos, pero la hora del despojo corporal y del revestimiento de alma pura nadie la sabe; a unos les llega al tiempo natural de la vejez; a otros, en la festiva y bella juventud; a otros, cuando pasan del siglo de edad; a otros, en la inocente y tierna niñez... A Antonio, en la plácida madurez de sus 52 años.
Para los escasos, pero dignos falangistas malagueños, el cruce de nuestro amigo y camarada Antonio hacia la orilla de la paz, ha supuesto lágrimas, rezos, una mirada triste perdida en nuestros emotivos y buenos recuerdos, y la confirmación de esa rara sensación de que siempre se nos van los mejores antes de tiempo. Allá Arriba se habrá presentado Antonio -después de arrodillarse ante Dios y su Madre y después de abrazar las almas de sus familiares y amigos íntimos- ante José Antonio. Antonio seguro que se habrá emocionado loco de alegría al saludarlo. Y José Antonio seguro que ha tenido que decirle más o menos: "Te conozco y sé de tu lealtad y tu noble ideal. Enhorabuena por tu granito de arena allá abajo, en la pequeña patria española. Bienvenido a la Patria de Dios.
Adiós, Antonio: "A Dios. Dejaste a tu paso por la humilde Falange malagueña un rastro luminoso de chispas de estrella con las chispas de tu alegría, de tu buen humor, de tu risa constante. En nuestra desdichada (casi siempre) historia, fuiste el contrapunto, al darnos a todos los demás esa alegría del "paso alegre y del "reír la primavera de nuestro himno. Nunca olvidaremos esa alegría y ese reír de tus ojos y de tu cara en cuantos viajes hicimos para asistir a esos sufridos y agridulces congresos de esta Falange de nuestros dolores y de nuestras esperanzas. Te recordaremos siempre con ese salero y esa gracia que Dios te dio en la tierra, y que seguro que conservarás en el cielo, donde a más de un alma arrancarás la risa con un lúcido comentario siempre a punto.
Antonio Rodríguez Herrero, ¡Presente!
F.O.L.