¿Por qué los falangistas se sienten traicionados por Franco?
- Pregunta enviada por A. O.
En fechas muy próximas al levantamiento militar del 18 de julio de 1936 (concretamente, el 24 de junio), José Antonio envía una circular a todas las Jefaturas territoriales y provinciales de la Falange bajo el epígrafe de “urgente e importantísimo”. En ella, el Jefe Nacional expresa sus dudas y preocupaciones sobre la naturaleza del golpe de Estado que se está fraguando y del que sólo dispone de una información fragmentaria, dado el régimen de incomunicación presidiaria al que se halla sometido.
Los términos de esos temores estaban destinados a cumplirse punto por punto. Lejos de procurar la revolución nacional-sindicalista, Franco erige un régimen personalista sustentado en los dos grandes pilares que le ofrecen la Iglesia católica y el Ejército, pero donde los proyectos y sueños de los falangistas se ven postergados desde sus primeros compases. Como la Falange había acudido a la lucha bajo la promesa de la inmediata instauración de un estado nacional-sindicalista puede hablarse sin ambages de una traición en toda regla, tal como algunas destacadas personalidades de la Falange original se encargaron de denunciar a cara descubierta con grave perjuicio para sus propias vidas.
Lamentablemente, la traición contó con la complicidad de otros influyentes mandos de la primera hora que se prestaron de buen grado a la burda manipulación tramada por el general Franco, declarando -desde sus prominentes puestos dentro del nuevo régimen- el carácter utópico y fantasioso del ideario nacional-sindicalista. Una traición que, para mayor escarnio, se prolongaría incluso más allá del fallecimiento del dictador.
Dado el carácter premonitorio y trascendental de lo expresado por José Antonio en la aludida circular del 24 de junio extraemos a continuación dos de sus párrafos más reveladores:
“La participación de la Falange en uno de esos proyectos [de golpe militar] prematuros y candorosos constituiría una gravísima responsabilidad y arrastraría su total desaparición, aun en el caso de triunfo. Por este motivo: porque casi todos los que cuentan con la Falange para tal género de empresas la consideran no como un cuerpo total de doctrina, ni como una fuerza en camino para asumir por entero la dirección del Estado, sino como un elemento auxiliar de choque, como una especie de fuerza de asalto, de milicia juvenil, destinada el día de mañana a desfilar ante los fantasmones encaramados en el poder.
Consideren todos los camaradas hasta qué punto es ofensivo para la Falange el que se la proponga tomar parte como comparsa en un movimiento que no va a conducir a la implantación del Estado nacionalsindicalista, al alborear de la inmensa tarea de reconstrucción patria bosquejada en nuestros 27 puntos, sino a reinstaurar una mediocridad burguesa conservadora (de la que España ha conocido tan largas muestras), orlada, para mayor escarnio, con el acompañamiento coreográfico de nuestras camisas azules”.
José Antonio Primo de Rivera, 24 de junio de 1936.