Dos adjetivos que, por el bien de toda sociedad que se precie como tal, deberían ir unidos y de la mano, viven separados y a gran distancia uno del otro, por obra y gracia de buena parte de los dirigentes mundiales.
Hace unos meses éramos testigos de uno de los últimos ejemplos de esta sinrazón. Un inmigrante mexicano sin documentos, un inmigrante considerado ilegal por las leyes estadounidenses, era expulsado de Estados Unidos, a pesar de haber demostrado con creces su adaptación al que soñaba con que fuese su nuevo país, una adaptación que más quisieran para sí la gran parte de los ciudadanos de esta potencia armamentística.
Jesús Manuel Córdova, de 26 años y padre de cuatro hijos, caminaba por el desierto de Arizona y, después de dos días de esfuerzo, se encontraba a dos horas de su destino final. Podría asegurarse que ya había logrado su objetivo de entrar sin documentación en los Estados Unidos burlando los controles de la policía fronteriza.
Pero a Jesús Manuel le aguardaba un obstáculo imprevisto; ése que hace enfrentarse de manera dura a la cabeza frente al corazón.
Christopher Buztheitner, de 9 años de edad, y su madre habían sufrido un gravísimo accidente de tráfico y el pequeño se encontraba herido vagando sin rumbo por el desierto sin alimento ni ropa de abrigo.
Jesús Manuel no se lo pensó dos veces y, aun sabiendo el riesgo que corría con su más que probable extradición, decidió permanecer con el niño estadounidense, protegiéndole con ropa y con una fogata del frío y de los peligros del desierto hasta que alguien pudiese socorrerles.
Unas catorce horas después eran encontrados por unos cazadores. El pequeño fue trasladado en ambulancia a un hospital y Jesús Manuel fue detenido por la Patrulla Fronteriza y deportado de nuevo a México.
Según palabras de las propias autoridades del condado donde se desarrolló esta bella y triste historia de convivencia, de universalidad, de legalidades y de injusticias, la acción de Córdova fue la que salvó claramente la vida del pequeño Christopher.
De poco sirvió. Jesús Manuel vio truncado su sueño de una vida con más oportunidades para poder ayudar a su mujer y a sus cuatro hijos. Lo que sí es seguro es que Juan Manuel logró algo mucho más importante, que es dar una lección de humanidad dentro de un mundo globalizado y deshumanizado.
Una lección para todos aquellos que siguen empeñados en equiparar inmigración ilegal con delincuencia. Qué comparación más injusta, más vacía, más populista y, en periodo electoral, de un enorme oportunismo barato.
No seremos nosotros los que le neguemos a un ser humano la oportunidad de encontrar una vida un poco menos difícil para poder luchar por sí mismo y por los suyos. Y menos si se llama Jesús Manuel Córdova, ese pequeño gran héroe.
Bario