El 8 de Marzo se conmemora en todo el mundo el Día de la Mujer. El día Internacional de la Mujer fue una iniciativa de Clara Zetkin, en 1910 y comenzó a celebrarse con características reivindicativas en Marzo del 1911.
Clara Zetkin, nacida en Sajonia en 1857, junto a sus compañeras sindicalistas, se mantuvo en la lucha durante años para conseguir la entrada de las mujeres en el empleo, y en la igualdad de derechos laborales, como base inicial para su emancipación. La reclamación del derecho de voto además, fue también una de sus reivindicaciones, pues abría la puerta a la igualdad política y con ello a la libertad económica y social.
El falangismo auténtico que, centra su acción política y social en la persona como portadora de valores que trascienden a etiquetas de ningún tipo, ya sea por razón de sexo, raza o religión, no contempla el feminismo, como un movimiento, separado de nuestro marco ideológico profundamente humanista; ello no es óbice, sin embargo, para que centremos una especial atención en este colectivo que sufre desde siempre, una discriminación estructurada a varios niveles.
Una mirada retrospectiva a los años transcurridos desde el nacimiento de las reivindicaciones de la mujer, evidencia que, aunque se ha avanzado, aún queda bastante camino por recorrer, tanto en el ámbito laboral como social. Como muestra en España, la diferencia del salario medio entre un hombre y una mujer, que ocupen puestos similares, es de más del 15%, variando en el resto de Europa en mayor o menor medida pero siempre sin que desaparezca del todo, ello con independencia de que la mujer generalmente sufre con mayor rigor la lacra del paro. A parte de las desigualdades económicas y laborales, continúan produciéndose otras en la actividad social, y también en el ámbito doméstico, donde la mujer, independientemente de si ejerce su trabajo dentro o fuera de casa, asume la mayor parte de las tareas de manera injusta.
Para muchos las diferencias entre los dos sexos se basan en cuestiones que forman parte de la religión, la historia y la tradición mal entendidas, lo cual es cierto aunque sólo en parte. Una reflexión más profunda del problema, desde el punto de vista de nuestra estructura socio-económica, hace evidente que la cuestión del género es también aprovechado por el sistema capitalista como coartada imbuida en el subconsciente de muchos hombres, independientemente de su situación en la escala social, como método de explotación de un colectivo de trabajadores, siguiendo la perversa tradición de este sistema individualista e insolidario.
Por ello, al considerar las reivindicaciones de la mujer por su igualdad ante el hombre, debe tenerse en cuenta que, esta lucha debe llevar siempre implícita otra en contra del sistema que oprime a los dos sexos, y que exige su apoyo mutuo para alcanzar objetivos beneficiosos para ambos. Las justas exigencias de la mujer, reivindicando sus derechos por lo tanto, deben considerarse por el hombre como una parte de su propia lucha por la justicia social y la igualdad de oportunidades. El triunfo de la mujer significa la liberación también del hombre y debe ser apoyada por éste sin reservas ni recelos pues es el triunfo de toda la humanidad contra la opresión y la desigualdad.
Todo esto lo entendió muy bien hace años una mujer falangista: Mercedes Fórmica, que ya en la década de los 50 y en plena dictadura franquista, fue pionera de la defensa de los derechos de la mujer en un país que, lejos del "faldicortismo" propugnado por la Falange originaria, se regía por normas absolutamente decimonónicas y vetustas. Mercedes Fórmica, que en Abril de este año se cumple el décimo aniversario de su muerte, fue injustamente olvidada durante la transición española, y aún hoy, sólo una minoría de la ciudadanía conoce su vida, tanto intelectual como reivindicativa por la igualdad de género, que le hicieron conseguir la modificación de varias leyes discriminatorias del código civil de la época, hacia la mujer.
Clara Zetkin, Mercedes Fórmica, las dos han sido mujeres que, con independencia de su adscripción política, y en diferentes etapas de la historia, con su lucha han llenado de verdadero contenido el día de la mujer, que se celebra el 8 de Marzo. Ambas, han sido personas alejadas de posturas antagonistas , irreconciliables y dogmáticas, y que han sabido encaminar sus acciones hacia un objetivo común, que la mayoría de personas compartimos: la justicia universal, y la igualdad de derechos sin discriminaciones de ningún tipo para todos los que habitamos este planeta. Por ello, y gracias a ellas y a otras personas que comprendieron en su día la importancia de estas reivindicaciones, el 8 de Marzo no es una fecha más en el calendario, no es una celebración ajena a nadie, es un recordatorio de que queda mucho por hacer en este mundo para conseguir una plena justicia social y del que todos, no importa el sexo, deberíamos tomar nota.