Estrenamos nueva sección con la pluma, siempre brillante, del profesor y camarada José Manuel Cansino
LA INVOCACIÓN Y LAS LECTURAS
José Manuel Cansino
La editorial Plaza y Janés acaba de publicar las memorias políticas de Miguel Primo de Rivera y Urquijo con el título "No a las dos Españas". En 329 páginas –cuya edición reconoce el autor deberse al apoyo de José Gárate y Rafael Borrás- Primo de Rivera relata la manera en la que contribuyó al cumplimiento de las "previsiones sucesorias" en la persona del actual Jefe del Estado, Juan Carlos I.
Miguel Primo de Rivera añade su nombre a la extensa lista de protagonistas de la transición política reciente que han narrado los méritos propios en el asentamiento de la Monarquía Parlamentaria vigente.
El texto, de cómoda lectura, podría haber ganado en dinamismo si el autor hubiese sintetizado alguno de sus discursos, conferencias y artículos que reproduce en su integridad y que muy bien podrían figurar en el amplio anexo que la obra incluye. En previsibles futuras ediciones también podría corregirse algún error bibliográfico como, por ejemplo, los relacionados con la obra de José María García de Tuñón "José Antonio y la República" o el "Testimonio de Manuel Hedilla"; correcciones que, sin duda, agradecerían los estudiosos de la literatura sobre sendos líderes falangistas. Todo ello, sin embargo, no resta interés al libro que comentamos.
La Memorias sorprenden por el uso que al autor hace a lo largo de su trayectoria política de su parentesco y comunión ideológica con José Antonio, fundador carismático de Falange Española. En los dos momentos más significativos que marcan su vida política, su acceso a la alcaldía de Jerez de la Frontera en 1965 y su defensa de la Ley de Reforma Política en 1977, el autor respalda sus intervenciones públicas con referencias a José Antonio y a su condición de falangista.
En el primer caso –discurso con motivo de su nombramiento como alcalde de Jerez- la alocución de Miguel Primo de Rivera se inscribe en la más pura ortodoxia oficial basada en los tres pilares de la democracia orgánica: la familia, el municipio y el sindicato; por tanto, dentro de unas tesis nada sospechosas para los censores políticos del Régimen, pendientes siempre de las palabras y hechos de un Primo de Rivera.
En el segundo caso –exposición del proyecto de Ley de Reforma Política ante las últimas Cortes franquistas- el autor invoca de nuevo su condición de sobrino de José Antonio y su ideología joseantoniana al tiempo que subraya las virtudes del texto legal.
Lo paradógico de todo lo anterior estriba en constatar cómo se puede acceder a la alcaldía de Jerez con un discurso de impecable ortodoxia, al tiempo que rechaza la Jefatura Local del Movimiento y sin que ello le impida aceptar, también en 1965, un puesto en el Consejo Nacional del Movimiento, Órgano que presupone la absoluta identificación ideológica de sus integrantes con el Régimen al que sirve.
También es paradógico que la invocación a José Antonio sirva igualmente para persuadir a una parte notable de las Cortes franquistas (el Proyecto fue respaldado por amplia mayoría) sobre la necesidad de practicarse el "harakiri" certificando así la defunción de un Régimen construido, en gran parte, sobre un José Antonio mitificado primero y vaciado después.
La invocación y el manoseo de la figura de José Antonio sirvió para respaldar las carreras políticas de centenares de personajes convertidos aceleradamente a la fe de F.E. tras la última victoria del Frente Popular y el triunfo de la sublevación del 17-18 de Julio de 1936. También sirvió, como se desprende del libro que comentamos, para el asentamiento de la Monarquía Parlamentaria en España.
La luz para tanta paradoja está en lo que Miguel Argaya viene a sostener al subrayar que José Antonio no fue un personaje unidimensional lo que permite que cada cual se identifique con alguna de las lecturas que el personaje admite, explicación que recientemente recordaba el joven abogado malagueño Julio Sánchez en un artículo que publicaba www.falangehoy.es.vg
Quizá se eche en falta en las Memorias de Miguel Primo de Rivera una explicación de las razones que motivaron su rechazo al ofrecimiento que en su día le hicieron diversos grupos falangistas (clandestinos o semiclandestinos) para que encabezase la Jefatura Nacional de FE-JONS tras su previsible vuelta a la actividad política. De este ofrecimiento tuve conocimiento a través del testimonio de Diego Márquez Horrillo a comienzos de los años noventa en una reunión de la Jefatura Territorial de FE-JONS en Andalucía celebrada, caprichos del destino, en Jerez de la Frontera. Este testimonio, del que no conozco referencia escrita alguna, estaría respaldado por Victoria Prego en "Así se hizo la transición", libro publicado también por Plaza y Janés en 1995 (año en que Diego Márquez es relevado de la Jefatura Nacional de FE-JONS por Gustavo Morales). En la página 196, la periodista se refiere a Márquez en el contexto de la aprobación del Decreto-Ley de Asociaciones Políticas en diciembre de 1974, como promotor de una de las asociaciones que podrían ampararse en esta apertura del Régimen. Para ello, continúa Prego, Márquez "consultó para constituir una asociación llamada F.E. y de las J.O.N.S."
Puede que Miguel Primo de Rivera entendiese "su" falangismo fruto de una lectura de José Antonio diferente de la hecha por los portadores de este último ofrecimiento, o puede que haberlo aceptado le dificultase su colaboración en el cumplimiento efectivo de las "previsiones sucesorias" del General Franco en la figura de Juan Carlos I. Es posible que en una próxima edición aumentada de sus Memorias se despeje esta incógnita.
Lo único cierto, aceptando la veracidad del ofrecimiento de Márquez Horrillo, es que de los tres requerimientos políticos que se le hacen a Miguel –el de Franco en 1965, el de Juan Carlos en 1977 y el de algunos responsables falangistas- sólo aceptó los dos primeros