Jon Juaristi en ABC.ES
COMO inesperado regalo de Año Nuevo, me llega la biografía de Rafael Sánchez Mazas que acaba de publicar una editorial de Bilbao, Muelle de Uribitarte, bajo los auspicios de la Fundación Bilbao 700-III Millenium. Este Rafael Sánchez Mazas. El espejo de la memoriaes obra de Alfonso Carlos Saiz Valdivielso, historiador del periodismo vasco, crítico taurino y biógrafo avezado (autor de una clásica biografía de Indalecio Prieto). La de Sánchez Mazas se incluye en una colección de Bilbaínos Recuperados que cuenta ya, por lo que veo, con una abultada nómina: desde Aranaz Castellanos, que fue un estupendo costumbrista crítico, forzado a dar salida a sus libros en editoriales madrileñas, hasta el gran escultor Quintín de Torre, pasando por el pintor Adolfo Guiard o el poeta Juan Larrea. Son precisamente los nombres excluidos del canon de la cultura vasca por un nacionalismo cegato, y es un buen síntoma que la Bilbao del tercer milenio los reivindique y recupere.
Con todo, la condición de bilbaíno irrecuperable no me parece tan penosa. Bilbao ha cumplido en los tiempos modernos una función semejante a aquella que tuvo en el imaginario medieval la mítica isla de Escandia, una matriz de pueblos que se desparramaron por el continente creando reinos desde Rumanía a Toledo. No se sabe el porcentaje exacto de humanidad con ancestros bilbaínos, pero debe de ser elevadísimo. Vargas Llosa nos recordó, por ejemplo, que la feminista y revolucionaria francoperuana Flora Tristán tenía raíces en el Bochito. Los bilbaínos dan mucho juego cuando se vuelven turcos.
Sánchez Mazas fue un bilbaíno nacido en Madrid, como para ilustrar el famoso axioma de que los bilbaínos nacen donde les da la gana. Tal desliz no habría bastado para negarle el padrón étnico, pero tuvo la debilidad de hacerse falangista, con el carnet número cuatro. Más camisa vieja, imposible. Como observó Andrés Trapiello, ganó la guerra pero perdió la paz. Estas cosas marcan. Si te apuntaste a Falange en 1933, pongamos por caso, ello quiere decir que toda tu vida anterior no fue sino una propedéutica al fascismo y la posterior queda igualmente vista para sentencia, porque la crítica de izquierdas aborrece la ambigüedad. Yo probé un poco de este jarabe de palo en una polémica con el difunto Ernest Lluch, que me acusó de fascista retrospectivo porque sostuve que La vida nueva de Pedrito de Andía, de Rafael Sánchez Mazas, era una de las novelas más hermosas del siglo XX español. Sigo pensando lo mismo.
Saiz Valdivielso ha escrito una biografía excelente, con un impresionante repertorio gráfico. Ilustra la portada del libro el retrato que hizo de Sánchez Mazas y de Pedro Mourlane Michelena, vestidos ambos a la moda romántica, el pintor bilbaíno Aurelio Arteta. Un vestigio de la ciudad literaria de los años de la Gran Guerra, en la que los maurrasianos de la Escuela Romana del Pirineo, nacionalistas vascos como Jesús de Sarría y Alejandro de la Sota y socialistas como Arteta y Julián Zugazagoitia se movían en los mismos círculos y colaboraban en las mismas publicaciones surgidas al rebufo delnoucentismecatalán y del vorticismo inglés. Así fue, aunque no guste a algunos que se recupere ese episodio de la historia cultural vasca.