Borja Manrique
Ahí abajo, en África, las gentes se despedazan. No puede pasar desapercibido para cualquier conciencia medianamente formada. Esa porción de tierra, que en el Mapa Mundi aparece como colgada de la península Ibérica, ha sido objeto de los abusos de unos y otros. Esquilmada y después olvidada. Colonizada y mal descolonizada. No es por lavarse las manos como Pilato, pero muy poquito hemos tenido que ver en todo ese desaguisado los españoles, que lo nuestro fue hacer las américas y el resultado, por lo que se ve, fue muy distinto.
Millones de seres humanos, semejantes nuestros porque son hijos del mismo Dios, quedan allí a su suerte, y a veces no les queda otra que tirarse al mar a ver si el empeño, un mafioso con patera, y un poquito de suerte les deposita en la costa de Tarifa, por ejemplo. Es un drama humano que se ha convertido en un problema político, y es complicado desligar lo primero de lo segundo. Las oleadas migratorias que nos vienen de África es una de las caras de la realidad africana. Lo peligroso de enarbolar con demasiada alegría la bandera del "no a la inmigración ilegal", no regularizada mediante cupos y contratos de trabajo, es destapar la caja de los truenos del racismo y la xenofobia, aunque se repita una y otra vez que esa no es la pretensión. Es montar al sentido común en el caballo desbocado de las más bajas pasiones. Nadie en su sano juicio puede pretender que "entren todos". Es imposible. Y hasta resulta complicado regularizar a los que ya están. Pero con este tema hay que hilar muy fino, y no convertirlo en banderola electoral cuyos réditos, además, son escasos. Yo creo que en la regulación de los movimientos migratorios tienen mucho que decir los municipios. ¿Quien mejor que la administración local puede cuantificar cuantas personas pueden vivir dignamente en su territorio?. Desde el gobierno central habría que marcar las líneas generales y las inevitables "preferencias". Igual que en Francia se acoge con más facilidad a los procedentes de las antiguas colonias galas, aquí es natural que pase lo mismo con la gente que viene de los países hermanos de América. Y todo esto con humanidad, también con un gran sentido práctico, y sin alborotos mitineros.
Pero de África nos vienen otras historias de dolor y muerte. Asoma ahora a la actualidad informativa el Congo. El enfrentamiento entre las etnias hema y lendu ha causado cincuenta mil muertos. En Mauritania el islamismo radical enseña sus garras y desestabiliza un gobierno bien protegido por la Casa Blanca. El islamismo es un problema africano también, y cada vez más. ¿Qué hacemos?. ¿Asolamos el continente con bombas de racimo?. Hambre, integrismo, barbarie de la peor especie....África sigue siendo la "cenicienta" del planeta, y nosotros, en nuestra opulencia, solamente nos dignamos mirar sus ojos sufrientres de reojo, nunca de frente.