Ya está, ya es presidente del gobierno para varios años más un político, habilidoso, con dos caderas, muchas caras y nada de memoria, dispuesto a lo que sea y atrevido a más no poder. Un carácter, el que adorna a Pedro Sánchez, que seguramente podría ser útil en otras circunstancias, por lo desvergonzado y voluntarista que es, pero que ahora está a punto de quebrar España de manera, tal vez irrevocable.
Es fácil acalorarse en contra de Pedro Sánchez y pensar que el PSOE y su secretario general han vendido por un plato de lentejas, nada menos que el estado de derecho. Es fácil, porque es cierto. Pero es preciso buscar la raíz del problema. ¿Por qué puede Pedro Sánchez hacer esto?
Igual dará lo que quieran decirnos, que si esto es solo para evitar que gobierne la ultraderecha, que si es por la convivencia, que si el progresismo bien lo vale… para gustos los colores, y yo ni creo que haya que tenerle tanto miedo a la “ultraderecha”, mera reacción a la insoportable estupidez de Podemos y sus descendientes, ni creo desde luego que el PSOE y sus gobiernos malabaristas mas recientes representen en modo alguno ningún tipo de progreso. Pero es que da igual lo que yo piense.
Como yo, creo que la mayoría de los españoles no comulga con lo que dicen los que ahora han vuelto a ganar el gobierno en su partida de tute, ni seguramente comulgan con lo que dicen los que se quedaron con dos palmos de narices y tampoco pudieron gobernar por no ser capaces de arañar unos pocos diputados más a su favor. Pero tampoco cuenta lo que piensen todos o la mayoría.
Vivimos en una trampa, y a pesar de proclamar que somos libres para votar y elegir. En realidad, no hay ni una misera posibilidad de que nuestras diversas opiniones, que mayoritariamente seguro que son mas sensatas que las de nuestros políticos, sean valoradas o tenidas en cuenta. Ni siquiera nos cabe la opción de juzgar y decidir si queremos ser representados por la lamentable clase política actual. Y es que hay que jugar el juego impuesto, aunque sepamos que es malísimo y que las reglas son antidemocráticas.
Falangista como soy y de este siglo, ya acumulo años suficientes como para haber leído y digerido muy a mi manera, tantas cosas que dijeron nuestros mayores y muchos otros que fueron teniendo ideas de cómo poder mejorar la vida de sus semejantes.
Especialmente cara me es la idea de la unidad, y la idea del servicio, y no dejo de creer que lo colectivo debe estar por encima de lo individual, pero sin aplastar lo individual, y es por ello que desde hace muchísimos años me considero un firme defensor de la democracia y al tiempo un feroz antagonista de la partitocracia.
Lo bueno que tiene la palabra democracia es que en ella cabe casi todo, siempre y cuando se desee que de alguna manera sean los miembros de la sociedad los que decidan como regir la res pública.
Y en ese sentido, mi democracia es tan buena como la de cualquier otro. De hecho, es mejor, ahora se verá porqué. No me desagrada en absoluto la división de poderes en Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Me parece una buena solución contra el autoritarismo, que siempre acaba mal. Probablemente me gustaría elegir directamente el poder ejecutivo, y desde luego soy partidario de elegir a los miembros del poder legislativo, nuestros parlamentarios.
Harina de otro costal es como elegir a nuestros representantes. A nivel de Estado y en general para grandes unidades políticas, la democracia en que creo es representativa dado que la democracia directa, asamblearia sería imposible de implementar. Tiempo habría de discutir cuales son las unidades políticas, además del municipio y las cortes generales.
La clave es que para que haya democracia, debe haber libertad para pensar y deben haber asociaciones que unan a personas con semejantes ideas y con semejantes propuestas políticas, para que así puedan hacer proselitismo y difundir aquello que de bueno crean que tiene su manera de pensar. ¿Partidos políticos? Sí, me imagino que ese es el nombre adecuado.
Pero para votar en libertad y en conciencia, yo quiero votar a las personas, por lo que son o por lo que dicen ser, y quiero además poder dejar de votarles si sus cambios de criterio me parecen excesivos o se alejan demasiado de lo prometido que es por lo que les vote.
Quiero que cada político este cada día pendiente de convencer a los que le han votado de que no se han equivocado al votarle. Quiero que tampoco él o ella se puedan desviar demasiado de lo que defendían cuando fueron elegido y que si lo hacen sus explicaciones puedan convencer otra vez al que les voto, de que no se había equivocado.
Creo en la unidad y no en la uniformidad. No temo la confrontación ideológica y la discusión política intensa y extensa, aquella que se ve adornada con los frutos más deseados, que en política debieran ser el acuerdo y el pacto para gobernar, pero rechazo de plano el frentismo, basado en definiciones torticeras del enemigo, en leyendas interesadas y en el más absoluto desprecio al derecho de los demás a expresarse libremente.
Seguro que si los votantes pudiéramos descabalgar a Pedro Sánchez del puesto que ha ganado basándose en una legalidad muy poco democrática, lo haríamos sin dudarlo. Pero tal cosa no es posible en un escenario donde los partidos controlan todo y donde solo se puede ser de una cosa o de la contraria, cuando esto es lo mas alejado de la realidad de lo que son las personas, poliédricas, multifacéticas y mucho, mucho más interesantes que cualquier panfleto de propaganda política partidista.
Vamos a la calle, porque esto es un atropello y digamos claramente que no queremos que los intereses partidistas de un líder desaprensivo puedan romper España. No queremos verla en una situación donde las decisiones judiciales, amparadas por las leyes, puedan ser doblegadas por una simple mayoría parlamentaria. Pero seamos también contundentes a la hora de exigir que se produzcan cambios legales para que estas cosas no puedan pasar y que de una vez se desarrollen leyes electorales justas y democráticas, mediante las cuales podamos fiscalizar a nuestros representantes y además elegirlos libremente sin intermedio de los partidos políticos, para salir de la trampa en la que nos han metido.
Hay soluciones que se han de implementar a pesar de que hoy por hoy los partidos políticos no estén dispuestos a apoyarlas. Los electores somos mayoría respecto a los miembros de los partidos políticos y eso como mínimo debe ser suficiente para que no nos hagan callar siempre.
Hay otros modelos. Listas abiertas y desbloqueadas, consultas electorales que ratifiquen o revoquen la representación otorgada a tal o cual político, determinadas consultas en forma de referéndum para casos específicos en que sea preciso un refrendo popular. Hay mucho que legislar y mucho que acordar, pero hay que ponerse a ello o si no nunca nada va a depender de nuestra voluntad o de nuestras ideas, sino solamente del apego de nuestros políticos electos por sus respectivas poltronas.
Marcial