Celebramos un 1º de Mayo de silencio y calles vacías. La izquierda, instalada en los cómodos sillones del parlamento y en las moquetas de los ministerios, huérfana de las verdaderas luchas del pasado, se empeña en buscar causas para seguir con su parafernalia teatral de pancartas y manifestaciones. El animalismo, el ecologismo, los homosexuales, la violencia de género, el clima, la xenofobia, el racismo… A medida que estas modas reivindicativas van perdiendo fuelle, van poniendo su discurso al servicio de una nueva causa que, eso sí, saben mover y difundir con una propaganda y una superioridad moral ganadas desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
A rebufo de esa izquierda internacional que ganó en los sesenta la batalla de la propaganda cultural, la española supo labrar un discurso donde se ensalza aquel jardín de las Hespérides que para ellos fue la IIª República, engrandeciendo a los supuestos genios culturales en el exilio de la España franquista, mientras reivindican el (falso) discurso del “páramo cultural” en el interior del país. Igualmente, en esta España donde, para rematar la faena, la crisis del Corona virus nos dispara hasta los 9 millones de parados, la izquierda, ahora en el poder, olvida sus orígenes de lucha obrera, desatendida desde hace décadas, para reivindicar desde sus acomodadas vidas burguesas, esas causas de moda.
La gestión fraudulenta de los dineros públicos, en particular los destinados a cursos de formación y otros destinos para los parados, por parte de UGT y el PSOE, deberían poner el grito en el cielo marxista de Podemos, lejos de esto, los acólitos de Iglesias, callan las miserias de sus socios de Gobierno y se hacen cómplices de las infamias contra los trabajadores, esos que ellos dicen representar y defender.
Distraídos con las cuestiones de lo políticamente correcto, a los casos citados más arriba podríamos seguir añadiendo temas: el lenguaje inclusivo, la memoria histórica, el coqueteo con ETA y los separatistas catalanes, etc., han dejado en el olvido algo tan fundamental e importante como la lucha por la Justicia Social, así, con mayúsculas. Las negociaciones de convenios colectivos, la lucha por contratos justos, el derecho a la vivienda, la desindustrialización del país, son cuestiones abandonadas por una izquierda que le hace el juego a las grandes multinacionales financieras e industriales.
Ahora, en este arresto domiciliario decretado, con el país parado económicamente, la izquierda más rancia está en su salsa. España se parece cada vez más a la antigua Alemania Oriental, con la gente recluida, controlada, sin consumir en la calle. Mientras le hacen el juego a Amazon, a Google, a Facebook, los grandes beneficiados de este encierro donde se dispara el consumo de Internet, los pedidos on line, el consumo eléctrico, la telefonía y las aplicaciones para los teléfonos celulares. Una curiosa alianza entre la extrema izquierda y el capitalismo global más despiadado.
Mientras tanto, continúa la idiotización de las masas a través del mejor medio de propaganda de los poderosos, la televisión, a la cual se unen ahora unas cada vez más manipuladas redes sociales. Gentes a las que se tiene en una continua situación de alerta por los más peregrinos motivos, gente que vive asustada, por los virus, por las catástrofes naturales, por todo.
Lo malo es que en el lado contrario del espectro político solo hay una legión de incompetentes que agitan banderitas y rosarios para encandilar a sus masas de hooligans patrioteros haciendo al final lo mismo que a los que dicen odiar, permitiendo el juego del neo liberalismo globalizador que ha conseguido convertirnos en una ruinosa república bananera dedicada a los bares y los hoteles para un turismo amorfo, feo, masificador, de chancla y borrachera, que solo aporta datos para que políticos sin escrúpulos presuman de cifras de visitantes. Eso ya lo inventó Fraga en los años sesenta, para este viaje no hacían falta alforjas.
Eugenio Abril