Justo Rodríguez-Peral
Es el niñato que, escondido y amparado por la alta figura del chulo del cole, asistía complacido a las palizas que nos propinaba por un paquete de cromos o por quitarnos la pelota. Ese niñato era el chico odiado y odioso de la clase. Era el de la risita burlona y el de la amenaza directa...
Hoy, me lo imagino con bigote charlotín, al lado del nuevo chulo tejano. El cole dejó de serlo para pasar a ser un teatro de operaciones donde el valor de la vida humana, de una sola, está por debajo del precio de un barril de petróleo. Sube a un estrado y se permite amenazar, amparado por la figura que le acompaña. Se sabe del equipo ganador.
Es un tipo mediocre, que antepone sus convicciones religiosas a las políticas (lo ha dicho él tras su entrevista con el Papa Juan Pablo II); como si unas y otras, para el católico, pudieran estar separadas. Como si la vida de un ser humano que nace en Iraq vale más en el momento de tomar la Comunión que en el momento de actuar políticamente para hacer una guerra injusta e injustificable.
Es un tipo triste, que dispersa su tristeza convirtiéndola en pena en personas que tratan de alejar la tragedia que les acecha si él y sus amigos ponen en marcha la máquina de guerra.
Cree que va a ganar mucho si se sube al carro de la injusticia y la perversión moral, pero sólo va a recibir las migajas de un bocadillo babeado. Tras las anchas espaldas y brazos robustos forjados en la pelea callejera se siente importante, pero sólo es la forma en que esconde sus carencias y sus miserias. Piensa que porque se codee con los chulos del cole forma parte de la cuadrilla, pero también sabe que el día que desaparezcan los brazos forzudos del jefe sólo se verá su porte endeble y pasará a ser la risión birriosa que demuestra cuando habla de la separación de sus convicciones morales y políticas; y porque sabe que esa efímera fama pasará pronto, quiere prolongar la situación aunque desemboque en catástrofe e injusticia. Quiere que su paso a la inexistencia tarde en llegar un poquito más; aprovechó el momento y no quiere dejarlo pasar demasiado rápido.
Es un politiquillo del tres al cuarto que necesita de un chulo tejano para hacerse notar. Es el correveidile, el perrillo faldero, del Nuevo Orden anglosajón.
Es un personajillo con escasos valores nacionales y morales.
Es José María Aznar.