El Presidente de Telefónica, César Alierta, se ha erigido estas últimas semanas en portavoz de la oligarquía económica y financiera que manda en España para animar la continuidad del modelo bipartidista.
Se trata de un llamamiento a la pretendida gobernabilidad y estabilidad del país, amenazada por el ascenso de formaciones políticas que, por el momento, quedan fuera del alcance de los mecanismos de control de “los mercados”.
En realidad, es evidente que la sola preocupación de “los amos del cortijo” es conservar un estatus quo que les ha reportado beneficios ingentes en las últimas décadas, en forma de sucesivas “mejoras de la competitividad y la productividad”.
Es un hecho sin paliativos que un nuevo partido político, Podemos, ha logrado situarse en perspectiva de gobierno sin obtener la homologación, el plácet ni, en consecuencia, la financiación de los que mandan.
Podemos manifiesta su voluntad de liberar la política de la tiranía que le impone nuestra ínclita clase empresarial. Esta pretensión promueve las simpatías de Falange Auténtica, al tiempo que preocupa profundamente a nuestras oligarquías.
La esencia de nuestro mal llamado sistema democrático radica en componer partidos políticos obedientes a los dictados de los dueños del cortijo, que hallan en su aspecto democrático una cobertura insuperable para sus desmanes. Pero la preocupación, la precipitación, es tal que se producen descosidos y comienzan a abrirse los primeros huecos en el camuflaje. Sin ir más lejos, esta acuciante llamada a los dos grandes partidos homologados para formar frente común en defensa de los intereses del dinero.
A la voz de su amo, Cospedal adopta ya el primer tiempo de saludo mientras el PSOE muestra un esfuerzo patético por guardar las formas de una aparente diferencia ideológica.
Hay dudas respecto al carácter que revestirá esta entente funcionarial de los partidos. Nadie imagina una gran coalición electoral de salvación nacional, léase de los intereses monetarios de las oligarquías. Pero es muy previsible que, en un futuro no muy lejano, PP y PSOE coincidan con mayor asiduidad en el sentido de su voto; y, sin duda, cada vez que alguna de las nuevas fuerzas políticas en ascenso perturbe con sus propuestas el quebradizo ánimo de los mercados.
La gran impostura ha quedado al descubierto.