Para definir la Autogestión no se requieren grandes circunloquios teóricos. Se trata de un modelo empresarial donde la toma de decisiones corresponde al conjunto de los trabajadores adscritos a una entidad productiva.
Pueden éstos someter a discusión asamblearia cada una de las decisiones que deban ser adoptadas, o las propuestas que deban ser debatidas; pueden, también, delegar la gestión en un equipo directivo emanado de la propia Asamblea; pueden, en fin, externalizar la gestión por tiempo limitado, etc.
Como puede apreciarse, el modo de hacer efectivo el modelo autogestionario ofrece una multitud de variantes. A condición, no obstante, de respetar su único principio normativo: en cualquier momento, la Asamblea de trabajadores puede revocar por mayoría una decisión previamente acordada o vetar, a priori, la adopción de medidas nuevas.
En este sentido, resulta impropio hablar de una autogestión falangista por oposición o contraste con la definición del concepto universalmente aceptada. Las diferencias con otras propuestas, como las defendidas por el anarquismo o el comunismo, se hallan en la cadena de premisas que conducen a la conclusión autogestionaria.
Por coherencia interna, el nacionalsindicalismo está obligado a hallar una fórmula de organización política y económica donde se tornen plenamente operativos los valores de la Dignidad y la Libertad de la persona humana, que tiene por universales y eternos.
Pero no hay rastro de Dignidad humana en los modelos económico y empresarial donde la persona se ve obligada a vender su fuerza de trabajo a cambio de un punto productivo donde poder ejercerla.
Y no hay rastro de Libertad humana allí donde el trabajador queda encastrado dentro de una estructura rígida que le hurta todas las posibilidades asociadas a su creatividad y personalidad; allí donde hace lo que se le manda, se desconsidera su experiencia y su capacidad para llevar el proyecto empresarial a mejor término.
En este entorno viciado no podrá esperarse de él un compromiso y vinculación mayor del que ya entrega. Una empresa autogestionaria es, en cambio, aquella que cada uno de sus trabajadores puede sentir como propia; cuyo éxito puede asociarse íntimamente al periplo vital de todos y cada uno de sus partícipes.
Falange Auténtica contempla con sonrojo los marcos actuales de las relaciones laborales, donde una parte cumple el rol paternalista de individuo adulto y el resto, la mayoría, se ve obligado a comportarse conforme a patrones infantiles, irresponsables, inmaduros y sumisos.
Esta ficción resulta un espectáculo insoportable a ojos de un auténtico falangista, por su desprecio infamante de la condición, digna y libre, de persona humana. Frente a este esquema heredado, la concepción antropológica del nacionalsindicalismo parte de una confianza infinita en el hombre; en sus capacidades y sus potencialidades. Por eso, afirma Falange Auténtica que el momento de la emancipación ha llegado.
La autogestión falangista presenta, además, un carácter adicional. No se trata, en exclusiva, de un modelo de organización económica. Aun siendo éste un factor esencial, que se corresponde con una profunda democratización de la economía, la autogestión que se ejerce en el seno de las empresas sustenta también la forma de elección de los representantes, para lograr a su vez una profunda democratización de la política.
La representatividad en el sistema liberal resulta de muy baja calidad debido a la desconexión absoluta entre electores y elegidos, la así denominada clase política. En términos falangistas, la dinámica asamblearia de elección de representantes resulta mucho más pertinente. De este modo, al elegir un equipo de dirección para la empresa, o a un representante sindical dentro de la rama de producción en que se integra, la Asamblea de un centro de trabajo puede estar eligiendo, sin saberlo, al próximo Presidente del Gobierno.
Por el momento, en espera de la adecuada oportunidad revolucionaria, todos los esfuerzos del nacionalsindicalismo han de centrarse en la apertura de espacios económicos donde la Dignidad y la Libertad de la persona sean posibles. Se requiere de una red de empresas y sociedades autogestionarias que den visibilidad al modelo y permitan corregir sus eventuales defectos. Una pequeña estructura económica llamada a paliar, cuando menos y muy escasamente, las consecuencias terribles de la incapacidad del sistema heredado para la creación de empleo.