En algo menos de un mes nuestro País parece haber sufrido una transformación, como una especie de catarsis. Una serie de cambios rápidos, prácticamente espontáneos (principalmente para cualquier despistado), han venido a modificar el panorama sociopolítico e institucional de España. El primero fue la lógica aplastante de la abstención en las elecciones europeas del 25-M, al que siguieron, de forma paralela, la caída del bipartidismo imperante durante las tres últimas décadas y la irrupción de fuerzas políticas alternativas que se articulan de manera más natural y orgánica que los aparatos de los grandes partidos del sistema. El que UPyD e IU duplicasen sus resultados electorales no fue tan sonado como el que Ciudadanos obtuviese europarlamentarios o la aparición estelar, con más de un millón doscientos mil votos a sus espaldas, de nuevas formaciones como PODEMOS. La aparición en esta última en el panorama político nacional ha sido objeto de todo tipo de comentarios, chascarrillos y chismes en prácticamente cualquier rincón del solar patrio, desde la charla de bar hasta las más sesudas tertulias radiofónicas y televisivas. Visto lo visto, parece ser que a los aparatos del sistema PPSOE no les ha sentado nada bien el que una parte de los “indignados”, de quienes formaron parte del movimiento 15-M y Democracia Real Ya, hayan conseguido articularse, organizarse y en tiempo casi record llegar a conseguir un respaldo ciudadano considerable. Tal capacidad de respuesta ha roto los esquemas de la casta dominante mucho más que la acusada abstención.
Y en esas estábamos, con PODEMOS, su fundación, su vinculación ciudadana y su supuesta financiación por parte del régimen venezolano, además de las acusaciones de ser proetarras, cuando Pérez Rubalcaba decide renunciar a la secretaría general del principal partido de la oposición y Pere Navarro hace otro tanto en el PSC. Todo un bombazo en una nación poco o nada acostumbrada a dimisiones, hastiada de ver cómo políticos, jueces y grandes empresarios acusados de graves delitos de corrupción, permanecen eterna e impunemente en sus poltronas, ajenos a las demandas de justicia de la ciudadanía.
Se vivían días intensos, parece que algo se estaba moviendo, que había actuaciones que podían inducir a pensar en un cambio si no de sistema, al menos de tendencia. Se debatía sobre el modelo bipartidista, sobre la necesidad de que el PSOE recuperase su espacio, si consigue encontrarlo, o sobre la división (¿a quien quieres más a mamá o a papá?) de los socialistas catalanes que como pollo sin cabeza andan debatiendo si son más catalanistas que socialistas, lo contrario o ninguna de las dos cosas. Aquí conviene hacer un inciso para indicar que no alcanzamos a entender a la rama nacionalista del PSC, ya que de siempre se ha dicho que las izquierdas en general y el socialismo en particular aboga por el internacionalismo… ¿entonces qué hace enrocado en un bucle nacional-socialista?
Como vemos el panorama estaba de lo más animado, pero aún no habíamos alcanzado la cresta de la ola. Dicho momento llegó cuando el ciudadano Juan Carlos de Borbón comunica su decisión de abdicar la Corona de España en favor de su hijo. No vamos a entrar a analizar la sucesión en la Jefatura del estado ya que ese tema ha sido tratado en profundidad por nuestro Partido y ha merecido un comunicado oficial de la Junta Política Nacional de Falange Auténtica, en el que se expone nítidamente nuestra postura ante ese relevo.
Con el anuncio de abdicación todo lo anterior pasó a un segundo plano. Los medios de comunicación y los voceros del régimen no hablaban de otra cosa, mientras que de forma paralela se sucedían manifestaciones de republicanos de salón (antes no se le veía) reivindicando no la 3ª sino la II República, ya que aparte de enarbolar banderas tricolores, y también independentistas, lanzaban soflamas que desde el rencor incitaban a la desunión de la ciudadanía. Y como diría el gran Ortega y Gasset, una vez superada la alegría inicial del 14 de abril de 1931 “no es esto, no es esto”. La República debe significar unidad entre las gentes y los pueblos de España, compromiso ciudadano, participación en las tareas comunes que como nación tenemos encomendadas, responsabilidad para cumplir nuestras obligaciones y ejercer correctamente nuestros derechos. En definitiva, debe suponer un rearme, una revolución ética, en la que sobran los convidados de piedra, los aprovechados y los zánganos. Por esa República es por la que abogamos los falangistas.
¡Bueno! Pues tras todos esos cambios vertiginosos acaecidos en esta España nuestra en tan sólo un mes… ¡nada ha cambiado! Todo sigue tal cual. El PSOE continúa a la búsqueda de líder, para intentar rearmarse como sustento del bipartidismo. La otra pata de este sistema, el PP, también ha iniciado una andadura en el mismo sentido. Todo con tal de que no vuelva a repetirse el panorama post elecciones europeas y poder mantener sus parcelas de poder autonómico, local y nacional. Los nuevos movimientos emergentes han iniciado el proceso para convertirse en un partido más, lo que directamente les llevará a formar parte de la casta a la que han venido denunciando. De momento el único cambio es en la jefatura del Estado, pero no tiene visos de ser, ni de lejos, el motor del rearme moral del que andamos tan necesitados. Eso sin contar, claro está, el descalabro de “la roja” en el mundial de Brasil. Algo a lo que no estábamos acostumbrados desde hace algo más de un lustro…
Mientras tanto, a pie de calle seguimos igual que ayer, igual que hace un mes. Sufriendo la crisis, padeciendo el paro, viendo a diario la depauperación de las clases medias y trabajadoras. No en vano España se ha convertido en el país de la OCDE donde más aumentan las desigualdades y la pobreza, con un descenso acusado del PIB en nueve puntos. Nuestros compatriotas observan atónitos tanta sucesión de acontecimientos que quedan en meros cambios nominales, cuando lo que necesitamos como sociedad es despertar para comenzar a realizar reformas que garanticen la sostenibilidad del estado de bienestar (fundamentalmente pensiones, sanidad, familia, discapacidad y dependencia y cobertura del desempleo). Los ciudadanos también anhelamos un gran pacto, sólido y creíble por la Educación, por una enseñanza pública y de calidad. Estimamos necesaria una reforma de las administraciones públicas y del aparato institucional. Reforma también del mercado laboral, pero en el sentido de crear nuevas posibilidades y oportunidades de trabajo, de reactivar la agricultura, la industria, el turismo y los servicios, de invertir en I+D+i, no de reformas laborales que precarizan las condiciones de trabajo y están al límite de la legalización de la esclavitud. También son necesarias unas políticas efectivas y eficientes de infraestructuras y energías, aprovechando y optimizando los recursos naturales (por ejemplo las miles de horas de sol que tenemos). Paralelamente debe abordarse una urgente y profunda reforma fiscal (no la de chichinabo con tinte electoralista aprobada recientemente por el gobierno Rajoy), que ponga coto al fraude fiscal, a la corrupción y que abogue por un sistema impositivo justo, basado en la progresividad.
Hasta que las medidas anteriormente citadas y otras que incidan en el mismo sentido no se lleven a cabo podemos decir que nada ha cambiado, que todo sigue igual, que la brecha y las desigualdades sociales permanecen, que la casta política e institucional continua viviendo de espaldas a la ciudadanía.
Quienes formamos parte de Falange Auténtica creemos que las reformas planteadas son necesarias para transformar la sociedad. Para construir una España mejor y para todos. Por tanto estamos dispuestos a continuar con nuestra labor, trabajando para conformar una alternativa lo más amplia y plural posible, que ofrezca al conjunto de las personas que habitan en nuestra Patria un proyecto ilusionante y regenerador, basado en las reformas antes apuntadas. Teniendo en cuenta que la primera y urgente reforma, a la que no debemos tener ningún miedo, si de veras queremos una transformación social, es el rearme ético de la sociedad en su conjunto. Sólo así esto podrá cambiar a mejor. De lo contrario, ya lo decía Julio Iglesias… la vida sigue igual.