Imagínense por un momento que yo soy un ciudadano andaluz que en su día pensó que un gobierno social demócrata era lo mejor para una región con lustros de padecimientos en manos de señoritos de derechas, que el PP andaluz no tiene, ni ha tenido, ni un político de nivel para cambiar eso, le doy mi voto al PSOE y, por lo tanto, a Manuel Chaves, como presidente de la Junta de Andalucía, y entonces ahora me pregunto cómo mi voto ha llegado a una presidenta que es del mismo partido pero que no ha elegido nadie, salvo el que sucedió a Chaves también a dedo, que es una trepa de partido sin oficio ni beneficio (bueno, beneficio más del que se merece) que además gobierna en coalición con los comunistas, rara democracia esta ¿no?. Pues además resulta que los dos partidos mayoritarios han llegado a unos niveles de corrupción y enriquecimiento ilícito que difícilmente aguantarían en cualquier país civilizado de Europa. Como palmeros ocasionales de unos y otros, unos partidos en la oposición que, mayoritariamente, son grupos nacionalistas que abominan de la nación española, pero se aprovechan del sistema y, cada uno en su feudo, imitan las corruptelas de PP y PSOE.
Mientras tanto el país destaca en el panorama internacional por una altísima tasa de paro, por un desmantelamiento de su industria y por unas cotas de fracaso educativo dignas de cualquier país subdesarrollado. Adormecidos por el pan y el circo que le suministran unos medios de comunicación adscritos a unos u otros de esos partidos dominantes, el pueblo no reacciona, cada intento de cambiar este estado de cosas sufre el acoso mediático que califica cualquier movimiento regenerador como desestabilizador de la democracia, como posturas extremistas y anti sistemas y mil lindezas más.
¿Seguirán los españoles votando a esos partidos?, partidos que además alimentan, con el dinero de todos, a unos sindicatos afines que han hecho dejación de sus funciones de defensa de los trabajadores para vivir como reyezuelos a la sombra del dinero público. Tramas de corrupción donde financiaciones ilegales, expedientes de regulación de empleo fraudulentos y una endogamia partitocrática donde la excelencia no cuenta, solo la labor interna de elementos alojados en los aparatos que solo miran por sus carreras políticas y los intereses de sus partidos, lo que degenera en luchas de poder que van en detrimento del progreso de la nación.
Ha llegado el momento de reiniciar esta democracia, de plantear, por parte de grupos que traigan honradez y verdadero afán de servicio, una democracia más real y directa. Hay que replantearse la ley electoral, pensada para cerrar las puertas a nuevos partidos que puedan traer aire fresco a la sociedad española. Pero para ello deben movilizarse, con un discurso actual y sensato, esos miles de españoles indignados, acomodados en la abstención o en el voto útil. Parados, trabajadores, estudiantes, profesionales, intelectuales, debemos hacer examen de conciencia y tomar parte activa, la historia y las generaciones que vienen detrás nos lo exigen.
Javier Compás