Julio Sánchez
“No hay patriotismo fecundo si no llega a través del amargo camino de la crítica”
José Antonio
Es evidente que el patriotismo constituye uno de los pilares básicos de la ideología falangista. El patriotismo podría ser definido como un factor de movilización en base a un sentimiento de amor a la tierra propia, a una unidad histórica a la que sus naturales se sienten vinculados; pero sin que ello implique el individualismo del nacionalismo, que, como decía José Antonio, no es más que implantar los resortes espirituales más hondos sobre motivos físicos, sobre una mera circunstancia física.
Tradicionalmente, en España y en otros países de nuestro entorno, la izquierda ha venido tomando posturas contrarias al patriotismo. Si bien, no compartimos lógicamente esta posición, somos conscientes de una de sus causas; la derecha a lo largo de la historia ha enarbolado la bandera nacional como envoltorio de situaciones injustas. Así el “bien de España” se ha identificado con el bien de la oligarquía del momento acallando la lucha del pueblo. Ello ha provocado que para la izquierda, el concepto de patria sea sinónimo de opresión y de injusticia. Sin embargo, caen en la enorme contradicción de autodenominarse como internacionalistas para luego convertirse en la práctica en micronacionalistas, legitimando el discurso secesionista o cuando no, convirtiéndose en partícipes del mismo; de este modo hemos asistido a la proliferación de grupos encuadrados en la izquierda que reivindican la autodeterminación de las diferentes regiones de España.
Para nosotros, no hay patria sin justicia; ni existe ninguna posibilidad de patriotismo si éste no es acompañado de una profunda sensibilidad social.
Por otra parte, la historia de España ha estado inseparablemente unida a determinados principios y acontecimientos que la izquierda repudia radicalmente; me refiero a la Reconquista, los Reyes Católicos, la conquista y evangelización de América, la Contrarreforma, etc. En este sentido, se empeñan en escribir la historia a su gusto o incluso en negarla. Un ejemplo: la Toma de Granada.
En otros lugares del mundo, sin embargo, la izquierda se ha mostrado inequívocamente patriota. Por toda Hispanoamérica surgieron en los sesenta organizaciones nominalmente marxistas al tiempo que la palabra “patria” ha estado presente en sus siglas, en sus discursos y en su propaganda. Ahí tenemos a los cubanos, que pese a la opinión negativa que podemos tener de la dictadura comunista de Castro, lucen con orgullo su enseña nacional sin ningún tipo de prejuicios.
El patriotismo, en su defensa, se refleja en dos vertientes: una exterior –la soberanía nacional- y otra interior –la unidad nacional-. Desde este punto de vista, hoy España sufre una doble amenaza: el fenómeno de la globalización y el separatismo.
Nuestro país vive sometido a los dictados de la Unión Europea y la OTAN, así como de otros organismos internacionales.
Decisiones que influyen directamente sobre todos los españoles son tomadas por la corte de burócratas que nos dirigen desde Bruselas; yo me pregunto, ¿de qué sirve entonces tener un gobierno nacional?. Ni que decir tiene que la política diseñada por la UE ha tenido para España efectos tremendamente negativos pues ha estado orientada a nuestra desindustrialización.
Por otra parte, “nuestro” ejército está integrado en el brazo armado del imperialismo yanqui, la OTAN. En virtud de los acuerdos de 1959 entre Franco y Eisenhower, Estados Unidos estableció bases militares en territorio español. Actualmente, seguimos sufriendo la presencia de dichas bases, las cuales de vez en cuando son utilizadas para bombardear a cualquier país, eso sí siempre con una excusa “humanitaria y democrática”. Recientemente, daba vergüenza ajena ver la actitud de Aznar poniéndose al servicio de Bush para atacar Afganistán tras el 11 de Septiembre. Previamente, Piqué ya había dados unos cuantos cabezazos ante el jefe del Imperio.
Los falangistas aspiramos a una comunidad popular cuya independencia y dignidad nacional quede asegurada. Una independencia frente a las grandes potencias, los organismos internacionales y las grandes corporaciones económicas supranacionales.
También es amenazada España por el fenómeno separatista. Se nos habla de autodeterminación, de proyectos soberanistas, de selecciones deportivas y demás chorradas. Si no fuera por la gravedad del problema daría risa ver a los separatistas reivindicando la independencia de supuestos países que jamás existieron salvo en la imaginación de algún “iluminado” como el racista Sabino de Arana. Lo peor es que los partidos de ámbito nacional les hacen el juego; tanto el PP como el PSOE han gobernado con el apoyo de los nacionalistas e IU firmó el Pacto de Estella.
Asistimos a la muerte de nuestra patria mientras que nuestro pueblo vive en la pasividad más absoluta. “Operación Triunfo”, “Corazón, corazón” o los goles de Raúl son lo más importante. Las manifestaciones contra ETA jamás han ido acompañadas de banderas españolas, cuando la banda terrorista no mata contra un determinado sistema político o contra una determinada norma legislativa –la Constitución- sino CONTRA ESPAÑA. El colmo fue la reciente manifestación con el lema “No hay más patria que la humanidad”; me imagino las carcajadas de Arzallus y Otegi ante tal ejemplo de “fuerza”. España es una realidad objetiva de siglos de historia en común, mientras que la Constitución –que dicho sea de paso, repudiamos radicalmente- no deja de ser una norma opinable y circunstancial.
Los falangistas estimamos que el patriotismo no es un sentimiento rancio ni retrógrado y mucho menos un valor derechista. Muy por el contrario, el patriotismo es un valor revolucionario desde el cuál hacer frente a la Globalización, pues un país sometido es una nación de esclavos. Por eso, nosotros reclamamos nuestra libertad como pueblo y nuestra identidad frente al Imperialismo Anglosajón. También, como decía anteriormente el patriotismo tiene una dimensión social y solidaria que es la que le dota realmente de contenido.