Gabriel Lozano
"Cuando sobre la trayectoria política de los últimos años de la vida española lanzamos la mirada fría y objetiva del análisis histórico, se llega indefectiblemente a la pregunta: ¿Dónde está la falange?"
No son palabras de ahora, son de Enero de 1948. Y sin embargo, aunque muchas son las cosas que separan la situación de aquellos años con la de la etapa actual, ese párrafo permanece certero e irrebatible. Aquel texto encabezaba un documento en el que unos auténticos falangistas se preguntaban por la situación del nacionalsindicalismo en un régimen que día a día lo negaba, aún cuando utilizaba su parafernalia y sus símbolos más queridos. Pero hoy no hablaremos de esa historia de la Historia. Hoy queremos repetir la interrogación.
¿Dónde está la Falange? Y es que hoy la situación es todavía peor, porque la falange para gran parte del pueblo español es un recuerdo más o menos simpatico. El Falangismo no es percibido por el común de la ciudadanía como una alternativa política viable, y todavía más tan siquiera existente. La falange se asocia a serie de televisión sobre el pasado, a estampa rancia de una España zaherida y vilipendiada por los profesionales de los mas-media y los intelectuales garbancistas del sistema, osease casi el cien por cien.
¿Existe la falange? Se escandalizarán algunos camaradas ante esta pertinente pregunta. Y es que el oportunismo de la pregunta se basa en que hoy la mayoría de los Falangistas no nos reconocemos en una única organización, y diríamos que si otrora alguna tuvo marchamo de hegemónica o matriz hoy eso se ha perdido por el camino. En las próximas elecciones generales, según las circunscripciones, o Europeas, podremos ver cinco, o seis organizaciones con el nombre de falangista en las papeletas electorales; a ellas podríamos sumar un par que, sin tener el apellido falangista, buena parte de sus militancia, y/o referencias parten del mundo azul. ¿Signo de vitalidad? No, atomización, desconfianza, guerracivilismo, etc. Pero también, y aunque esto no sea aceptado por algunos, la certidumbre de que el falangismo es un movimiento poliédrico, un movimiento que es entendido de distinta forma por mucha gente.
Puede que entonces sea eso, lo que existe son las "falanges", distintas y distantes entre si. ¿Puede tener coherencia interna un movimiento que reclaman para si gentes tan diversas como Girón de Velasco, El Zurdo, Marquez Horrillo, Gustavo, Javier Iglesias, o incluso Blas Piñar?; difícil, y extenuante en muchos casos ponerse de acuerdo en discusiones que en la vida normal consideraríamos nimias.
No podemos hablar de falsificaciones, ni de traiciones; debemos hablar de pluralidad, de acercarse al movimiento del sindicalismo nacional con cartas marcadas por ideas preestablecidas. ¿Quiere decir eso que todo es igual, qué todo es valido? No, desde luego que no. Tendremos que ser belicistas contra aquellos, que sin dudar de su buena fe, han entendido mal el porqué de la Falange; movimiento que nace con el reto de la Liberación Social y Nacional de nuestro pueblo. El que no entienda eso, o le de solo importancia a una de las dos partes del enunciado es un falangista disminuido, sin capacidad para ser la vanguardia del movimiento que ha de darse por la revolución socialpatriotica. La tragedia es que ese falangismo disminuido, encorsetado, sin vitalidad es el que, por diversas causas, se le ha presentado a la militancia como el único posible y verdadero; ante ello debemos ser extremistas de la falange, y recuperar sus señas de identidad populares y radicales, ajenas a cualquier veleidad de componenda con el sistema materialista que nos oprime. Muerto el comunismo, el Capitalismo es el enemigo, y todas sus formas; financieras, culturales, diplomáticas; han de ser consideradas como amenazas a la existencia de las naciones libres, por lo tanto deben ser combatidas. Los falangistas no podemos estar contra los desheredados, ni contra los oprimidos, menos cuando nos sentimos depositarios de una doctrina que tan alta estima le tiene a la Justicia; así el falangista en concreto, o la organización en general, que se pone de parte de las oligarquías proimperialistas de la América Hispana, o aplaude el terrorismo de estado en Tierra Santa, por ejemplo, es un falangista equivocado porque niega la esencia de la Falange.
Si, falanges esa es la realidad, negarlo es querer ser partidista y ensalzar la propia organización. Lo malo es que eso cercena lógicamente la claridad de un discurso que necesita la sociedad española para su regeneración como Patria libre e independiente. Las formulas para solucionarlo creo que no pueden ser del gusto de todos los que se sienten inmersos en este mundo azul; los militantes y las organizaciones que se sientan herederos de esa mística de la revolución pendiente, de la Falange antiburguesa, y antisistema, que nacía con esos primeros camisas viejas que no se sometieron al Decreto de Unificación. Es decir no se contentaban con ser "otra falange", en cualquier caso menos falange, decimos que esos militantes de la Revolución han de ser el núcleo duro de la nueva falange que ha de renacer. Y sus políticas las únicas reconocibles con el adjetivo falangista para nuestro pueblo. Y si ello no fuera posible, marcharíamos a evangelizar con ese discurso desde otras siglas, ya sin el adjetivo definitivamente perdido, pero con el mismo espíritu de antaño
Viejos textos:
"Con nuestro nombre se ha engañado a los obreros, se ha mantenido una enseñanza clasista,, se han llenado los bolsillos muchos magnates, se ha perseguido todo brote democrático"