Que nadie se escandalice si digo que la democracia no existe; no existe al menos en el sentido clásico, tradicional, griego; no hay, por tanto, poder del pueblo. Cada cuatro años se nos dá la posibilidad de remover de su puesto a los dirigentes y elegir quienes serán los encargados de atender los teléfonos que llamen de Alemania, Bruselas o EEUU (tampoco esto, lo sabemos, es del todo cierto pues obtenidos los votos pactaremos con el diablo si es necesario para alcanzar mayorías extrañas que los sufragios nos negaron y que nos permitan perpetuarnos, sin necesidad de modificar cartas magnas al uso de cualquier cacique o "cacica" hispanoamericano).
Lo que hoy rige se llama "Mercadocracia". El poder se halla en manos de los Mercados, las grandes transnacionales, las oligarquías bancarias (innecesario dar nombres). Lo gravísimo de todo esto es que a "esos" no los eligen los ciudadanos y, lo que es peor, tampoco los revocan. Así las cosas no debe extrañarnos oir en cualquier foro que, en las elecciones, entre Rubalcaba o Rajoy ganó Merkel o que la capital de España es Berlín.
A los representantes nacionales no les queda otra que jugar la "intertoto" y abordar cuatro o cinco temas relevantes y de calado, siendo a mi juicio el más importante el del aborto (gracias sinceras Sr. Gallardón por su esfuerzo en la defensa de los derechos del no nacido).
Así las cosas únicamente nos queda o combatir diariamente por lo que crees que es justo y no caer en desaliento o bien relajarte, dejar que pase el temporal, pues "casi nunca pasa nada", e irte a cazar elefantes a la Botswana disfrutando de los encantos de arias princesas.
ULTIMA HORA: La presidenta Cristina Fernández consuma un acto de piratería solo comparable al británico sobre las Malvinas o Gibraltar. Los bolivarianos se inyectan botox y recurren a estrategias de la dictadura militar para arracimar a la nación. Merece el castigo y la reprobación internacional pero, que no nos ciegue también a nosotros el nacionalismo cateto, montaraz e irreflexivo pues las grandes empresas se instalan en Argentina, España, Marruecos o la India no por solidaridad o filantropía sino porque el margen de beneficio es mayor, los sueldos menores ("es que si el moro me cobra lo mismo contrato a un español"), las rebajas fiscales obvias y los despidos cuasi gratuitos, y...si además hay petróleo. No es un problema de patrias, que no nos confundan, es un problema de poder, beneficios y rentabilidades. Ojo, por tanto, a la apelación a palabras o conceptos ennoblecidos por la tradición que encubren y disimulan el miedo de los políticos, empresarios y deformadores de opinión a la dura y seca realidad.
Alberto