por Alberto Fernandez
Muy Sr. mío:
Si, como intuyo, su intención es sentarse a negociar más tarde o más temprano con "interlocutores válidos" (no se aflija, todos lo han hecho) a fin de que tengan la gentileza de dejar de matarnos a cambio de recortes de condena, acercamientos penitenciarios, amnistías expresas o encubiertas...le rogaría encarecidamente que si durante alguna de esas reuniones con el "Movimiento de Liberación Nacional de Euskalerria" sintiera flaquear su ánimo - a todos nos puede pasar, Ministro - tuviera en cuenta las siguientes consideraciones que me atrevo a trasladarle, en el convencimiento de que los políticos "de raza" como vd. han venido a escuchar y a servir, ¿verdad?.
Si le parece dejamos al margen, con admiración y respeto, a los que dieron su vida en el cumplimiento del deber pues por ellos ya sólo nos vale rezar y recordarles.
Le decía, Sr. Ministro del momento, que en esos segundos en que se venga abajo recuerde a la mujer que quedó viuda embarazada de gemelos y a los que habla de su padre señalando la foto de uniforme que descansa sobre el televisor.
Recuerde también al Cabo Primero que no puede entrar en unos grandes almacenes pues, ¡otra vez!, comienzan las palpitaciones y el exceso de sudor que culmina en un desmayo.
No olvide tampoco al afortunado que logró salvar la vida pero lleva quince operaciones para sacarle las esquirlas de tres en tres pues si se hiciera de una sola vez tendría un noventa por ciento de posibilidades de quedar postrado para siempre en la cama de un hospital.
No olvide, Excelentísimo Sr., al policía que ha destrozado su matrimonio con la fatal complicidad del alcohol, que le ayuda a dormir al menos tres horas seguidas.
Traiga a su memoria aquella pareja que perdió a su bebé en la casa cuartel y a los que la pena, los años y la medicación les impide concebir otra vida. Comprobará entonces que le cuesta más desfallecer.
Gracias por escucharme Sr. Ministro y mucha suerte en la próxima reunión que, sin duda, mantendrá.