Carod Rovira es el entusiasta del catalanismo radical, el fundador de de lo que el llama "la Cataluña nacional", el no va más entre los sucesores de Prat de la Riba. Carod Rovira se ha creido su propio cuento, y lo primero que hizo como "primer ministro" de la nueva Cataluña ha sido suplicar al terrorismo etarra, el que nos ha acojonado a todos los españoles durante los últimos treinta años, que deje a Cataluña libre de sangre.

Para Carod España no existe. Carod participa en mil causas solidarias, pero que el terror que le pilla más cercano no traspase nunca su territorio, o su ensoñación, para ser más exacto.

El problema es que le han cogido con las manos en la masa, en una deslealtas no exenta de la chuleria: deslealtad al presidente que le nombró consejero y que no autorizó esos contactos con el terrorismo, y a la sociedad tanto de Cartaluña como del resto de España que ha sufrido en sus carnes el azote etarra. Carod se ha confundido demasiado pronto, y ha ignorado, una vez más, que existe una opinión pública española que no acepta sus payasadas, por mucho que él se empeñe en que lo suyo no va más allá del Ebro.

La factura que ha pagado por el dislate ha sido pobre, ambigüa, leguleya. Los españoles, esa opinión pública despreciada por Carod, tenemos la palabra el 14 de Marzo.

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