Durante estos días se cumplen diez años del secuestro, condena a muerte y ejecución de Miguel Ángel Blanco Garrido, vecino y concejal por el Partido Popular de Ermua .

 

A nadie que viviese aquellas cuarenta y ocho horas de angustia, de chantaje, de muestras de solidaridad, de valentía, de rabia contenida e incontenida, se le habrá borrado de la memoria la implicación de todo un pueblo por encima de diferencias ideológicas y de lugar de procedencia.

 

Durante esos dos días el pueblo dio una lección de orgullo, de unidad, de reacción ante un ataque. Por un momento parecíamos recuperar ese carácter de justicia y de dignidad que habían caracterizado a nuestro pueblo en anteriores etapas de nuestra historia.

¿Y los políticos? ¿Dónde estaban los políticos esos días? Estaban asustados, superados, arrasados por sus conciudadanos, sin capacidad de reacción, sin presencia, sin toma de decisiones. Los ciudadanos les estaban dando un repaso en toda regla; una lección de lo que significa luchar y defender a un pueblo sin palabrería, sin grandes inversiones en marketing, sin necesidad de indicarle a los medios de comunicación lo que tenían que decir y lo que no.

 

Pero ahí quedó todo, sólo en cuarenta y ocho horas, porque en cuanto los ciudadanos tuvieron que volver a sus quehaceres diarios y pasaron el testigo a los que les deberían representar, se acabó todo.

 

Una vez más se puso de manifiesto el enorme distanciamiento entre políticos profesionales y personas de a pie. En un abrir y cerrar de ojos, desde todas y cada una de las fuerzas políticas parlamentarias, pusieron en marcha sus inmensas maquinarias de poder para regresar a la situación de unos días antes, situación en la que ellos se encuentran cómodos y no peligran su poltrona ni sus privilegios.

 

Y así nos encontramos hoy, diez años después, exactamente igual que entonces, con ETA amenazando a toda una nación, con los representantes políticos pidiéndonos, exigiéndonos tranquilidad, y con una ciudadanía confundida y asustada ante lo que se le viene encima. Bueno, estamos igual, pero sin Miguel Ángel. Qué lástima de vida tirada a la basura por los que la controlaron durante esos dos días desde uno y otro lado.

 

Desgraciadamente habrá más casos como el de Blanco, como el de Ortega Lara, como el de la plaza de la República Dominicana, como el de la T4 y como tantos y tantos otros. Y, lamentablemente, todo seguirá igual mientras los ciudadanos no nos decidamos a decir que hasta aquí hemos llegado, que no queremos más representantes que no nos representan, que no deseamos más medios de información que no nos informan sino que nos manipulan y que estamos cansados de bancos que parecen nuestros clientes en lugar de nuestros proveedores.

 

Dejémoslo claro: entre estos tres colectivos se lo guisan y se lo comen todo aprovechándose de un pueblo adormecido y drogado por ideologías que no lo son, por el tener y tener más y por guías espirituales en forma de periodistas.

 

Rebelémonos cívica, tranquila pero contundentemente.