En una semana donde las primeras planas de los medios de prensa se centraron en la escalada bélica de Oriente Medio y en la maraña política generada en España por las conversaciones-claudicaciones del gobierno socialista con la banda asesina ETA, nos hemos visto gratamente sorprendidos con la actitud de una decena de
pescadores españoles que, asumiendo un comportamiento humanitario que fue más allá de lo exigible, socorrieron durante una semana a más de cincuenta náufragos, todos ellos emigrantes.
La lección dada por estos marineros (cinco alicantinos y cinco gallegos) que, sin dudarlo, se jugaron su propia seguridad e interrumpieron sus labores pesqueras con las que dan de comer a sus familias para cumplir con las leyes de la Mar, contrasta con la ineptitud y el poco espíritu humanitario de los poderes públicos, especialmente los de la Unión Europea y la República de Malta, que parecieron no haber tenido en cuenta que el núcleo del problema consistía en la vida, salud y seguridad de un grupo de seres humanos, por encima de cuestiones políticas y burocráticas. La lentitud en la solución de un problema de este tipo, especialmente por la UE, nos llena de sonrojo especialmente ahora cuando el Sr. Solana, representante comunitario de política exterior, se pasea por Oriente Próximo ofreciendo sus soluciones "mágicas" al conflicto generado por el ataque de Israel al Líbano.
Quizás sea verdad el dicho de que la Historia esta llena de pequeñas historias y sí eso es así habrá un barco de pesca faenando en el medio del Mediterráneo, quizás en su mástil de popa ondee una enseña roja y amarilla que es la Bandera de España, nuestra bandera y la de esos diez humildes pescadores. Pero a buen seguro que lo hace más orgullosa que nunca, como orgullosos estamos nosotros de compartir Patria con esos honestos trabajadores.