"Pasa con demasiada frecuencia. Conozco a compañeros que los han visto porque trabajan en barcos marroquíes de arrastre. Junto al pescado, sacan cantidad de cadáveres en las redes. A veces hasta tres a la vez.
EL PATRON del barco dice que lo saben los que faenan por estos mares.Corrobora así la denuncia del Delegado del Gobierno en Canarias: 1.000 inmigrantes podrían haberse ahogado en estos meses. Una de cada tres pateras no llega a su destino."
La emigración es un hecho que se pierde en la noche de los tiempos. Desde el principio la humanidad ha sido emigrante. Los procesos migratorios no son un factor único de la especie humana, todos los seres vivientes tienen, en mayor o menor medida sus migraciones, desde las aves hasta los peces. Nosotros, los humanos, también hemos tenido nuestras migraciones a lo largo de la historia humana. Ya desde los albores de la humanidad, los primeros homínidos migraron desde Africa, la llanura del Rif, esparciéndose por toda la tierra. Decimos todo esto para darnos cuenta que el hecho de que una población emigre es algo consustancial al instinto de supervivencia inherente a cualquier ser vivo.
Todos estamos preocupados por la masiva llegada de personas a las costas de España, concretamente a la frontera sur de las Islas Canarias. Primero fueron las costas de Andalucía, después Ceuta y Melilla, ahora Canarias. En la medida que hemos desplazado la frontera hasta el Sur, las oleadas migratorias se han ido desplazando también. Primero el Mediterráneo, ahora Marruecos, después Mauritania. Creemos que así vamos a contener la riada de personas que huyen del abismo de la miseria para poder tener una oportunidad, por vaga que sea, en Europa. Porque, no lo olvidemos, ése es el objetivo de las personas que vienen a nuestras costas de Canarias. No quieren quedarse aquí, sino saltar al continente. Canarias es el primer peldaño de una escalera ascendente que les lleve hasta los distintos países europeos. Saben que tienen que jugarse la vida en distintas etapas de este viaje: primero atravesando el desierto hasta llegar a las costas marroquíes o mauritanas; segundo en el peligroso viaje por mar a bordo de cayucos o pateras; después pasar los 40 días reglamentarios en los campos de concentración que tenemos instalados, 1.300 personas en Fuerteventura; después traslado a alguna ciudad de la península donde los dejan en libertad a su suerte. Ya allí, sin papeles, ellos se buscan la vida para contactar con sus familiares y amigos instalados en Europa. En todo este proceso son víctimas de lo peor del ser humano: las mafias, los gobiernos hipócritas que van a hacerse fotos a Kenia pero tratan en los campos de internamiento a los inmigrantes como animales; los distintos empresarios que los explotan en el trabajo; las redes de prostitución o las de droga… Pero, como ellos dicen, en Europa sabemos que podemos tener, con un poco de suerte, alguna posibilidad de llegar a vivir una vida digna.
Estas personas en sus respectivos países sobran. Nadie quiere su mano de obra, independientemente de su calificación laboral. Nos hemos encontrado con muchos inmigrantes universitarios, que sí tienen una cualificación, por lo menos, media o alta. Pero sus países no son capaces de absorber esa mano de obra. No son capaces de ofrecerles ningún futuro. Además, a medida que pasan los años, la situación de los países africanos se agrava. Ahora son más pobres que hace diez años. Y se sabe que van a continuar así.
¿Quién tiene la culpa? Pues seguramente todos. El primer mundo, con su política económica devoradora de las riquezas de Africa. Allí no hay apenas fábricas. Solo se extraen las materias primas que se convierten en bienes de consumo y se mandan otra vez a África. Así no puede haber ningún tipo de desarrollo. Pero también los propios gobiernos africanos, que están completamente corruptos, aunque se sabe quiénes los corrompen y de dónde viene el dinero de la corrupción. Si en nuestros países democráticos existe la corrupción, ¿cómo no va a haber en los subdesarrollados?
La situación en Canarias es bastante dantesca. Tenemos en la isla de Fuerteventura un auténtico campo de concentración. Los inmigrantes son derivados aquí desde las otras islas, e incluso desde Melilla. Muchos vienen semidesnudos, descalzos, sin ropa interior. Llegan cuando el aeropuerto todavía está cerrado para que nadie los vea y son metidos en el campamento Valenzuela, en un lugar cerca del aeropuerto llamado El Matorral. Allí son hacinados en barracones. En cada barracón hay una hilera de literas y allí tienen que pasar los 40 días preceptivos. En muchas literas no hay colchón, por lo que tienen que dormir sin colchones, sólo con una manta, si es que tienen la suerte de conseguir una. Y para colmo, el hospital general, que está unos kilómetros más arriba, está tirando los colchones que les sobran… muy fiel reflejo de lo que pasa en las relaciones entre primer y tercer mundo.
Hay un solo médico, que viene un par de horas, receta medicinas y se va. Por eso le pagan 3000 euros al mes. Además, hay dos enfermeras de las cuales una es voluntaria.
La situación de la inmigración es un problema estructural de nuestras sociedades. Debemos obligar a nuestros políticos, a los empresarios y a la población en general a hacer una auténtica conversión para frenar la pobreza en los países del Sur, especialmente Africa. Si no hay un compromiso serio de cambiar radicalmente de política, y esto a nivel mundial, seguiremos asistiendo a la triste riada de personas que huyen de la miseria, y a los miles de muertos que quedan en el camino.