Que nadie tenga duda: estar en Iraq en un conflicto iniciado e ideado por G. Bush (hijo) como prolongación de la guerra desatada por su padre contra el dictador Saddam no es luchar contra el terrorismo islámico. Es dar cobertura a una política particularísima de los Estados Unidos, desde que en la primera potencia gobiernan los sectores más conservadores de aquel país.
Pero el caso es que España es, desde el fatídico 11 de marzo, el país occidental más golpeado por el terrorismo islámico en Europa, el segundo después de Estados Unidos. Por eso debe quedar absolutamente clara nuestra inequívoca voluntad de estar en la lucha contra el terrorismo y contra sus causas. ¿Es eso algo suficientemente visualizado por la opinión pública? ¿Qué percepción hay de nosotros en la comunidad internacional?
La historia reciente nos coloca en puestos de vanguardia en esa lucha. Desgraciadamente así es desde el horror de Atocha. La vuelta a casa de los soldados españoles, si queremos que sea un signo de autonomía y de justicia y no de cobardía, tiene que ir acompañada por otras medidas enérgicas y valientes, tanto en política exterior como en medidas de carácter interno que neutralicen el peligro del terrorismo islámico y sean capaces al tiempo de diferenciar entre musulmanes y terroristas. La denuncia a los regimenes políticos que realmente apoyen, no sólo el terrorismo, sino también la injusticia y la opresión que lo justifican, en el más amplio sentido de esos términos, son un aditamento imprescindible a la medida gubernamental de retirada de tropas que aplaudimos. Y no debemos olvidar que en esa denuncia deben estar incluidos buena parte de los países aliados de occidente y por supuesto algunos de occidente, no vayamos a olvidar ahora quién creó el monstruo Saddam Hussein, para después tener que organizar una guerra para destronarlo. La Brigada Plus Ultra se va de suelo iraquí, y los países hispanoamericanos nos seguirán, en un signo inequívoco de cual es nuestro papel real en el mundo y nuestro más entrañable punto de referencia ante y entre los dos grandes polos de atracción en Occidente: el eje anglo-americano y el franco-alemán. Para estos dos grandes focos de poder, España como país emergente es el apéndice más apetecible para justificar sus políticas y decisiones unilaterales, dotándolas con el concurso español de un alo de legitimidad. ¿Hay un lugar para un tercer punto de vista hispano en el mundo occidental?
La retirada de tropas, sin más, crea una imagen de "país en retirada" con la que no deberíamos identificarnos como pueblo, del mismo modo que en su momento no nos identificamos con una guerra a todas luces ilegal e injusta. La retirada necesita ir acompañada de un paquete de medidas corajudas que nos coloquen ante la comunidad internacional como lo que somos: un país que no se acompleja ante los grandes retos, capaz de reaccionar tras el dolor del 11 de Marzo. Una responsabilidad del nuevo gobierno, pero también de todos nosotros.