Que bien. Ya pronto tendremos Ley para ilegalizar Batasuna o como decida llamarse ahora. Sin embargo, ilegalizar los apoyos políticos de los asesinos, potenciales asesinos ellos mismos, tal vez no sea la mejor de las armas que en su contra puedan esgrimirse. Tal vez el acoso legal incluso les fortalezca. Porque es de temer que este acoso llegará sin la imprescindible compañía de una correcta política educativa que explique el porqué de la vileza de los planteamientos batasunos y por tanto los aísle y margine entre el pueblo vasco.
Y porque además vendrá con el acompañamiento plañidero de los rentistas del terrorismo que no son otros que el derechismo, ultramontano y liberal del PNV, que desde su inmerecida capacidad para manipular la opinión de los vascos, cargará una y otra vez está medida. Y lo hará en nombre de la Libertad de Opinión. Esa que ellos mismos ayudan a coartar, haciendo la vista gorda ante los desmanes de los chicos de la gasolina. Y tememos que conseguirán convertir la ilegalización en una medida inútil. Porqué suponemos que la intención es acabar con los apoyos a ETA y en definitiva con la propia ETA y eso no se va a conseguir.
Al final, la ilegalización creará un halo de clandestinidad en el submundo abertzale, de modo que sus argumentos, enseñados desde las icastolas, aplaudidos por el Gobierno de Vitoria, y legitimados por la negociación política de Gobiernos claudicantes que hemos padecido la plusvalía de ser un movimiento rebelde, perseguido e injustamente censurado. Probablemente incluso la financiación podrán conservar, puesto que el entramado financiero de Batasuna y ETA, a pesar de los intentos de la Audiencia Nacional, aún debe tener extensas ramificaciones entre el mundo asociativo y otras entidades sujetas a subvención pública.
Y todo ello ocurrirá, por olvidar una vez más que el problema de fondo es la educación separatista a que ha sido sometido el pueblo vasco y la nula defensa de un ideal grande y generoso de Patria española, donde todos caben y donde todos pueden y deben participar. Es innegable que lo fácil es mirar con simpatía cualquier ataque a los asesinos, pero no debemos cegarnos por la satisfacción visceral que supondría ver a esos individuos en la ilegalidad, aunque fuera esta la ilegalidad del Estado antidemocrático de los partidos políticos. La causa de la violencia es el odio enseñado en las escuelas, colegios y universidades y ese odio, mientras siga creciendo, seguirá dando a ETA, nuevos asesinos para seguir luchando por la desmembración no sólo de un territorio, sino de un proyecto de vida en común, que a pesar de los pesares es lo que España debe ser. Si no se quiere atacar la raíz del problema y sí dar sensación de fortaleza, el gobierno sabrá porqué. Tal vez convenga a más de uno que el pueblo vasco siga agonizando entre las convulsiones del terrorismo marxista, incluso a costa de la sangre de sus propios correligionarios.