Enterarnos de que el Gobierno no piensa ampliar las ayudas a las madres que no tengan un trabajo remunerado, nos ha llamado la atención de manera muy negativa.
Cuando se habla de familia en España, parece que sólo es para plantear regulaciones legales que, si bien necesarias, afectan exclusivamente a colectivos muy limitados. Cuando de lo que se trata es de fomentar la creación o ampliación de familias con hijos, la cosa cambia y España pasa de ser la nación más avanzada de Europa a ser una de las más míseras en ayudas e incentivos.
Permitir sólo el acceso a las ayudas estatales a las familias en las que los dos miembros de la pareja tienen un trabajo remunerado, no deja de ser una indicación de cuál es el modelo de convivencia que está dispuesto a fomentar el Gobierno. La crianza de los hijos directamente por los padres, el darse un respiro en la vida de permanente competitividad profesional para pasar algunos años haciendo una de las labores sociales más grandes e importantes que hay: criar y educar a los propios hijos, parece ser algo que no merece el esfuerzo presupuestario del Gobierno.
Desde Falange Auténtica, que cuando ha tenido que defender derechos de colectivos minoritarios lo ha sabido hacer, entendemos que es preciso proteger también al colectivo mayoritario en nuestra sociedad, el formado por las familias que, con sus hijos, luchan cada día por ser capaces de llegar a final de mes, las más de las veces a costa de que ambos cónyuges trabajen fuera de casa.
El Estado debiera orquestar medidas de ayuda que permitan a las familias optar por la educación de sus hijos por parte de alguno de sus progenitores, facilitando algún tipo de ayuda a los que opten por interrumpir durante unos años su carrera profesional a cambio de tener algo más de tiempo para estar con sus hijos. La libertad, en casi todas las ocasiones, se ve limitada por las circunstancias económicas de las personas, que tal vez no optan por fundar una familia o por incrementar su número de miembros debido al miedo a perder drásticamente su nivel de ingresos, o por desconfiar en la posibilidad de poder sufragar todos los gastos que origina una familia sin que sus dos puntales obtengan un salario mensual.
En una sociedad que envejece cada año, y en la que es urgente fomentar la natalidad, esta decisión del Gobierno parece ir encaminada a precisamente lo contrario, desanimando a muchas familias en su deseo de tener hijos, a sabiendas de que, si los tienen y decidieran que un miembro de la familia dedicara su tiempo a su cuidado, el Estado les dejaría fuera de todo tipo de ayuda, por muy exigua que ésta sea.