Aunque pueda parecer paradójico, la única actitud verdaderamente democrática que se puede mantener el próximo día 20 de noviembre es esta: la abstención, consciente y comprometida.
Tras años de democracia tutelada, dominada por los partidos políticos, ha llegado un momento en el que ya no es posible mejorar la salud democrática del régimen político español mediante parches a modo de reformas de las leyes vigentes. Porque estas leyes nacieron ya con la voluntad misma de hurtar a las personas la soberanía que les correspondía y dejarla en manos de los partidos políticos, como únicos gestores de los asuntos políticos de la nación.
Por elección de nuestros gobernantes, durante la transición, los partidos políticos adquirieron en España una relevancia que no tienen en ningún otro país ni de nuestro entorno ni de todo el mundo autodefinido como democrático. Listas cerradas y bloqueadas, requisitos inauditos para poder presentar listas electorales, discriminación feroz para las opciones minoritarias y parasitismo flagrante de los partidos con respecto a los Presupuestos Generales del Estado, son solo la punta del iceberg.
Debajo esta la clara voluntad de establecer en España un burdo bipartidismo, tolerante con algún que otro partido bisagra que permita hacer el juego de la negociación al partido grande que más desvergüenza o mayor tolerancia al soborno tenga. Porque de eso se trata: partidos con poca representación sobornando con sus pocos votos a los grandes partidos, que solo quieren mantenerse o auparse al poder cueste lo que cueste al país, ya que a ellos no les cuesta nada.
Hasta que no nos sentemos a pensar una nueva forma de estado, hasta que no asumamos todas las personas que nuestra capacidad de decisión ha sido secuestrada por los partidos políticos, poco o nada avanzaremos. Y eso por mucho que podamos presentarnos a unas elecciones mendigando avales, rellenando listas interminables o ajustándonos a los mil y un requisitos más o menos pintorescos a que quieren someternos. No hemos de plegarnos a las barbaridades que se les ocurran a los oligarcas políticos cómodamente apoltronados en Ferraz o Génova a costa de los contribuyentes que les financiamos queramos o no.
Aquí lo sabemos y aunque nos ha costado asumir, con tristeza, una realidad palmaria que no debería escapársele a ningún demócrata de verdad, ahora ya sabemos que en este país, si no acabó la democracia en 2011, es porque en realidad nunca existió tal democracia.
Asumimos además que para luchar contra el sistema corrupto, injusto y antidemocrático, no podemos, ni queremos, estar solos y en ese sentido hemos ya dado pasos para aunar nuestra voz a plataformas que ya existen y que reclaman, no solo la abstención activa, sino también la apertura de un periodo de libertad constituyente que pueda permitir al pueblo español, a las personas libres que lo forman, elegir sin intermediarios, un nuevo sistema de convivencia: democrático en lo social y en lo económico, preocupado constantemente por lo colectivo, pero garante de las libertades individuales, republicano, por supuesto, y donde las decisiones se tomen, no como resultado de un mercadeo de votos, sino como resultado de un debate racional y responsable.
Esta es la encrucijada a partir de la cual nuestra paciencia acaba y desde hoy nuestra fe democrática, más convencida y más coherente que nunca, nos llevará por el camino del rechazo total al sistema siempre que este niegue la libertad, la democracia y la representatividad a las personas, para favorecer solo a los aparatos anquilosados, interesados y sectarios de los partidos políticos.
Nunca fuimos distintos. Antes, simplemente, éramos más pacientes.