Carlos V. Lope de Aguirre
A veces tenemos la realidad delante de nosotros y no queremos verla.
El "Estado mínimo por el que tanto aúllan los liberales y que tanto practican a la sordina los socialistas tiene su reflejo en la "familia mínima que caracteriza a la sociedad estadounidense. Ninguno de nosotros habrá visto el personaje de un primo o un sobrino en una película USA. Qué decir de un primo segundo, un tío abuelo o un hijo mayor de dieciocho años.
La familia es un espacio para el amor y el servicio (eso que ahora llaman solidaridad). Por tanto, cuando el amor y el servicio a los otros están a la baja en los mercados, la familia se reduce a su mínima expresión. ¿Cuánto nos hemos aproximado a ese modelo de "familia mínima? ¿Cuánto nos queda por recorrer antes de perder lo que algunos llaman "familia tradicional?
Mal que le pese a los defensores de la "familia tradicional, los antropólogos constatan la existencia de muy diferentes modelos de familia a lo largo del planeta y de la historia.
Los brutales cambios que se han producido en las sociedades occidentales –fundamentalmente- durante el último medio siglo no parecen compatibles con el formato patriarcal y extensivo de familia que nos caracterizaba. Algo habrá que hacer, ¿o no?
No le encuentro nada de interesante a cierta defensa de nuestras "instituciones naturales. Natural es el hambre y la fatiga, el sudor, el culo, el sueño, los mocos o las lágrimas de dolor, las tetas grandes y también las pequeñas, la sangre, la copulación para reproducir la especie o nuestra escasa velocidad de movimientos. Todo eso está ahí, cierto. Pero no me llama especialmente la atención. Es nuestra parte animal. Lo que nos limita. No me siento orgulloso de medir uno noventa, sino de saber cultivar la tierra.
Hay una precisión que quiero hacer. Aunque algunos prefieren usar como talismán que justifique su resistencia numantina a todo cambio social la canónica expresión "institución natural yo apuesto por la más política y por tanto modificable "institución orgánica o "institución cultural. Efectivamente el origen natural de la familia está en nuestra propia constitución como sapiens que aprovechamos determinados cambios fisiológicos en las hembras homínidas allá por el catapún de la protohistoria (y que los técnicos han llamado "especialización sexual) para abandonar el primario sistema de que el macho dominante cubriese a todas las hembras del clan primate a favor de la estabilidad socioafectiva de las parejas macho-hembra. Efectivamente, en el lento pero inexorable salto mortal desde las catacumbas animales a la peana humana tiene un importante papel la aparición de la familia. ¿Forma parte así la familia de nuestra naturaleza? Sí, pero de nuestra "naturaleza cultural. Que es otra cosa.
Es otra cosa lo de las "instituciones culturales. Las buenas como el amor, la pasión, la justicia o la libertad y las perversas como la tortura, la explotación, la pena de muerte o la guerra. Es en ese sentido en el que sí me parecen dignas de manifestaciones y esfuerzos. Porque son perfeccionables o eludibles gracias a nuestro mérito, a nuestro valor, a nuestra capacidad para crear valores con vocación de eternidad e incluso -para quien lo quiera- a nuestra humildad para someternos al designio de los dioses.
Quienes quieran reducir la relevancia de la familia a la Naturaleza, es decir a la casualidad evolutiva o a la causalidad divina de que en los humanos se dieran una serie de coincidencias y maduraciones fisiológicas tan poco dignas de sentirnos orgullosos de ellas como el desarrollo de un aparato fonador, la desaparición del celo en las hembras o el crecimiento de sus pechos como reclamo sexual, que lo hagan. No es mi caso.
Algunos vemos en el ser humano un portador de valores eternos (lo que por cierto, no significa que tenga que ser necesariamente un sujeto "compuesto de cuerpo y alma a imagen y semejanza de Dios como reza el catecismo de los católicos) y entendemos que ése es, precisamente, su valor. Su capacidad para crear –y recrear- valores que orientan su vida y la de los suyos más allá de los intereses concretos y egoístas de cualquier animal (su comida, su bebida, su seguridad, …).
¿Cómo habrá de ser la familia que dé cobertura a nuestros hijos, que les socialice y que estructure nuestra sociedad para el amor, la justicia y la libertad? No lo sé. Pero sí parece claro que, siendo uno de los pilares más importantes de la humanidad, atraviesa una crisis profunda y estructural que precisa de ajustes y remodelaciones cuya importancia quizá no sepamos aún calibrar.
El debate sobre nuestra "naturaleza se encuentra hoy en el terreno de la bioética (manipulación y selección genética, etc…) no en el de la organización familiar. Este es un asunto exclusivamente "cultural. Quizá la "familia mínima ha catapultado a los EEUU a la hegemonía económica mundial. ¿Estamos dispuestos a dejar de adorar al becerro de oro? ¿Son compatibles familia y productividad?
Nuestro modelo de familia –sea tradicional o reformado- no funciona. ¿Qué ocurriría si existiese un lobby organizado de cajeras (y otras trabajadoras, en femenino al ser casi siempre mujeres) de grandes superficies que reclamase jornadas de de 8 a 4 con fines de semana libres para poder convivir con sus hijos? ¿Qué reclamaría un gran sindicato constituido por las personas que no pueden desarrollar su paternidad o maternidad con libertad dado que nunca tienen un empleo estable? ¿Cuál sería la prioridad de los millones de ancianos que mueren en vida su creciente longevidad frente a la televisión por ausencia de interlocutor? ¿Y si descubriésemos que los adolescentes que mean nuestras esquinas los fines de semana demandan abiertamente más presencia y autoridad de sus padres en cualquier foro en el que se les consulta? ¿Cuántas calles llenaría una manifestación conjunta de los buenos padres que no pueden ver a sus hijos y las buenas madres que padecen la desidia afectiva y el incumplimiento económico con sus hijos por parte de sus ex-parejas?
Pero, claro; el debate sobre la familia se centra hoy sobre una anécdota estadística: la posible adopción por parejas de homosexuales. Eso no limita la relevancia ética o personal del caso pero manifiesta nuestra incapacidad, con el Gobierno Zapatero a la cabeza y los y los conservadores y algunos exégetas del Evangelio disputándose la segunda, para hacer frente a nuestra obligación como seres humanos, el de actualizar los valores eternos: como la familia.