Por Roger
El calor del motor del BMR le golpea en la cara como un puñetazo cada vez que Carmona el conductor acelera, pero al menos espanta las moscas, gordas como abejas, y que muerden como tábanos.
- "!Movimiento a las tres!. Controla la azotea del edificio Amarillo, ordena por el interfono al tirador de la ametralladora.
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Solo lleva una semana aquí, pero este es el tercer servicio de patrulla que le toca hacer desde que llego para sustituir por la vía de las prisas a Martínez, aquejado de una disentería galopante.
Esto no tiene nada que ver con lo que ha vivido hasta entonces, y eso que su carrera empezó, en 1991 en este mismo país, cuando siendo uno de los primeros voluntarios especiales, le toco acudir en ayuda al pueblo kurdo.
Para el la operación ALFA-KILO represento el aldabonazo que resuena, en un momento u otro, en el corazón de todo chaval que decide "Yo quiero dedicarme a esto. Recuerda las largas patrullas por las montañas del norte de Irak, los "ckeck- points, las conversaciones con los "peshmergas, con sus historias de torturas y gente gaseada por el régimen de Saddam Hussein. Pero recuerda también, su mirada de resentimiento cada vez que se les solicitaba entregar el armamento, y el largo numero de niñas atendidas por una desnutrición que nadie entendía, hasta que se dieron cuenta que primero comía el padre, luego los hijos, después la madre, y finalmente las niñas lo poco que les quedaba, y las lagrimas de agradecimiento que rodaban por sus mejillas, mitad miedo pensando en su padre y hermanos, mitad agradecimiento, cuando les obligaban a comer in situ, antes de regresar a su tienda cargada con el fardo de comida para toda la familia.
Después llego Bosnia en el 93, y aquí los muertos tenían cara, y además olían, cuando te veías obligado a descargarlos del camión en las largas sesiones de intercambio de cadáveres. Recordaba las miradas de animal apaleado de las jóvenes bosnias violadas hasta quedar en cinta y luego abandonadas con un hijo croata o serbio en el vientre, y recogidas por unas monjas clarisas, para evitar que su propia familia las matara por no haberlo hecho ellas mismas. Recordaba también la chulería de los Chetniks, Hustachas, o Mujaidines en los puestos de control, la continua humillación bajo el casco azul, ante esos rambos de opereta que les saludaban con el eterno gesto de rebanarte el cuello, y el valor del Sgto 1º Marcos cuando se planto a cara descubierta ante un grupo de chetniks y apartando cañones de Kalashnikov arranco de sus manos a Emil, el interprete de origen bosniaco.
Mas tarde llego Kosovo, y fue mas de lo mismo, pero aquí descubrió que el odio tiene dos caras, y aun le queman los ojos cuando piensa en el anciano matrimonio de serbios que fueron incapaces de proteger, y que una mañana encontraron muertos aun abrazados. También puede ver aun al Alférez López tragando saliva, y bebiendo por no ofender, el te que le ofrecían en la única taza de la casa del gitano, tuberculoso terminal, a quien semanalmente visitaban par evitar que se muriera de hambre y de miseria.
Y eso se repitió una y otra vez, y la situación mejoraba, pero el odio subsistía, y comprobó cuan débil es la memoria humana, y que fácil es pasar de ser considerado un benefactor, a un parásito, y finalmente un invasor. Solo los niños mantenían la sonrisa plantados en la nieve con sus zapatillas de felpa, mientras recibían un juguete, un caramelo, o un tubo de leche condensada; y solo por ellos pensabas que merecía la pena pasar por esto una y otra vez. Por eso y por el recuerdo de otros españoles como su abuelo, que muchos años atrás, también pisaron la nieve de otro país que tenia carteles con caracteres cirílicos, y que también eran amigos de los niños
Porque ya han pasado trece años desde entonces y su cartera ha pasado de guardar la foto de Marta con 16 años, a guardar la de Jaime, y la de Irene; y a Marta se le ahondan mas las arrugas en la cara con cada nueva misión, y Jaime vuelve a mojar la cama cada vez que su padre se va; y el se sientes culpable porque piensa que esta cambiando a sus hijos por esos niños de la sonrisa triste, y es incapaz de explicar a su familia que si el no se arriesga otro ira en su lugar, y que no podría vivir con el remordimiento si a ese camarada le pasara algo, y que sufre cada noche mirando sus fotos, y alguna vez tiene que ahogar las lagrimas en un vaso de raki después de recibir una carta.
Y aquí esta de nuevo, pero esta vez es diferente, esta vez no se le considera un obstáculo para descargar el odio sobre el vecino, esta vez el odio va directamente contra el, y ya ha tenido que limpiar a manguerazos la sangre de sus compañeros del suelo del vehículo cuando aun no lleva siete días. Además los niños no sonríen, solo le miran con ojos negros y profundos mientras se agarran a las muletas que recibieron a cambio de las piernas que les arrancaron las bombas "inteligentes.
Pero lo que aun le retuerce el estomago, es la humillación del día de la partida, cuando les tuvieron 8 horas esperando para coger el avión mientras que dos políticos que esa noche dormirían en su cama, y a quien sabe que el y sus camaradas no les importan un carajo, dirimían su mezquino ajuste de cuentas, prolongando aun mas la agonía de la despedida.
A esta hora Marta habrá dejado a la niña en casa de su madre y al niño en la guardería, y estará a punto de coger el tren en Atocha para ir a trabajar. Inclina la cabeza y reza
-"Dios mío que no se repita lo del 11-M. Si me tiene que pasar algo que sea a mi.
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Cuando aun no se ha apagado el eco del disparo del francotirador, lo ultimo que ven los ojos del soldado es el yugo y las flechas que grabo con su navaja en la pintura del BMR, y mientras la vida se le escapa a borbotones por el orificio del cuello, mira el haz y piensa:
- "....y aun habrá algún desgraciado que pensara, que hemos venido aquí por las pelas. ¡Maldita sea mi estampa!