"Es bueno que haya partidos políticos, pero no es bueno que sólo haya partidos políticos.
Es triste hablar de "clase política en un sistema que nació para abolir los privilegios de clase.
Es desolador observar cómo muchos de nuestros políticos hacen y dicen cualquier cosa para mantenerse en el poder.
Su futuro debería estar ligado al veredicto de las urnas sobre su gestión pero, cuando éste es negativo a sus intereses, jamás vuelven a su vida profesional porque carecen de ella. Son "profesionales de la política que no saben o no están dispuestos a ganarse el pan de otra manera.
"España es una democracia de muy baja calidad tiene la caradura de anunciar Mariano Rajoy al mismo tiempo que sus diputados compiten diariamente con los del PSOE para ver quién grita, insulta y patalea más en el Parlamento, diga lo que diga el otro, como si se tratase de Crónicas Marcianas.
La Democracia no es el espectáculo casposo, sobre temas que no interesan a nadie, que nos ofrece la clase política en prensa y televisión para que la consumamos como espectadores de un circo; la Democracia es una actitud de respeto profundo hacia los demás para poder hacer frente en nuestra familia, nuestro trabajo o nuestro pueblo a los problemas cotidianos de la vida.
Los falangistas auténticos siempre hemos defendido que los seres humanos se organizan en torno a núcleos de convivencia como la familia, el lugar de trabajo o la vecindad que deben ser fuente de colaboración, libertad y felicidad. Allí es donde se cuecen los asuntos que verdaderamente nos afectan y donde podríamos sentirnos auténticos ciudadanos aportando nuestro servicio, nuestra opinión y nuestra participación democrática efectiva. Esa es la verdadera Política, con mayúscula.
La otra política, la de los grandes espacios de convivencia (la región, la nación, …) no es el campo de batalla para obtener protagonismos, para competir por espacios de poder, para dar y obtener beneficios sectarios (OPAs, canales de televisión, escaños parlamentarios…). Es necesario volver a la Gran Política, la generosa, la del servicio al ciudadano, la del proyecto en común. Esa Gran Política se construye desde abajo, desde esa Democracia que es participación.
Pero todo esto, que es un problema muy grave para nuestra convivencia, no parece ser tema de interés para nuestros políticos.
El futuro de España y del resto de las democracias occidentales dependerá, en este siglo XXI, de la credibilidad de la clase política y también del derrotismo que mostremos los ciudadanos. ¿Qué podemos esperar cuando las encuestas dicen que la mayoría de nuestros conciudadanos piensa que los políticos (en el Gobierno o en la oposición) mienten, no están preparados, no son decentes y no tienen interés en el bien común? Y lo peor, al mismo tiempo piensan que no pueden hacer nada para cambiarlo.
El gobierno del PSOE y la oposición del PP están empeñados en hablar de cosas que a casi nadie interesan. Juegan a la política como quien enreda en un juego de cartas. Este es su juego y su tapete. En el mejor de los casos, nosotros, los ciudadanos, estamos invitados a ver desde lejos la partida, pero nunca a jugar.
¿Cuántos españoles sienten como imperiosa la necesidad de reformar los Estatutos de Autonomía? ¿Incluso entre vascos o catalanes, a quienes interesaba ese asunto hasta hace bien poco? ¿A cuántos interesaba saber quién mintió más para ganar el 14-M? ¿Cuántos españoles se habían preguntado recientemente por la reorganización del Estado hacia un modelo confederal, federal o multinacional? ¿Qué decir del céntimo sanitario?
¿Es posible hablar y que todos entendamos lo que nos dicen?
¿Es tan difícil hablar de las cosas que nos interesan?
En España, en Europa, estamos asistiendo al debilitamiento de un sistema, el democrático, que costó mucho tiempo y mucho esfuerzo construir. La Democracia y la Libertad son valores demasiado serios para dejarlos en manos de esta clase política. Tenemos, tienes la obligación de hablar.
Nuestros políticos son tuertos porque se empeñan en ver el mundo con un solo ojo. El ojo de la derecha o el ojo de la izquierda. Pero la derecha y la izquierda no existen. Sólo existen las personas.
Hay personas honestas y otras deshonestas, personas que construyen frente a otras que siempre quieren destruir, personas que se preocupan por los demás y otros que miran sólo por ellos mismos, personas pacíficas y otras violentas, amantes de la libertad y partidarios de las cadenas, personas tolerantes e intransigentes, personas abiertas y otras cerradas, personas que explotan a su prójimo y las que le ayudan…
La derecha y la izquierda no existen, son sólo dos banderas inventadas para dividir a los pueblos. Dos trincheras cavadas con la intención de que veamos siempre un enemigo al otro lado.
Debemos encontrar la fórmula que devuelva a las personas la confianza en un proyecto común, la alegría de caminar juntas, la generosidad del servicio y el afán por conquistar cotas más altas de felicidad personal y de justicia social.
Es bueno que haya partidos políticos, pero no es bueno que sólo haya partidos políticos.
Eso lo decimos nosotros, que somos miembros de un partido político. Nosotros somos falangistas auténticos, tenemos (como todo el mundo) nuestras ideas y nuestras opiniones, pero nos reunimos en torno a FA para aportar nuestro granito de arena a la convivencia de todos, no vamos contra nadie, no tenemos enemigos.
Sabemos que la sociedad debe elegir a las mejores personas, y esperamos que cada vez más haya entre ellas alguno y alguna de nosotros.
La reciente imagen de los dos futbolistas millonarios de la selección española peleándose a puñetazos justo antes de jugar un partido importante es la trágica fotografía de nuestra clase política. ¡Quizá vaya siendo hora de que podamos jugar los suplentes!
¿No te parece sospechoso que las personas más valiosas de nuestra sociedad, las más decentes, las más preparadas jamás se acerquen a la política? ¿Por qué consientes que te excluyan de la política?
Desde FA nos dirigimos a todos, incluso a esos que "no entienden de políticos… que sólo quieren una nación, educación, vivienda, igualdad, honradez y futuro.
Te animamos a atreverte, a decirles que no, a participar, a conocer, a pedir respuestas, a ser español y europeo, a construir un futuro común, a defender tus derechos e incluso, si llega el caso, a mandarles castizamente al carajo.