¿Por qué es seguro que eliminar las autonomías reduce el número de políticos y no va ser lo mismo pero concentrado en un mismo sitio? ¿Y como es seguro que solo por eso ya hay una mejor gestión si son los mismos partidos? ¿En estos momentos cuál sería la mejor alternativa a un sistema autonómico? ¿Es posible la descentralización y que hubiera una buena gestión? ¿Cómo se asegura la cercanía entre el gobierno y los problemas de cada pueblo o cada provincia, región, etc.?
- Preguntas enviadas por O. M.
En FALANGE AUTÉNTICA compartimos su punto de vista. El problema del gasto público superfluo es responsabilidad directa de los partidos políticos. Por su propia naturaleza éstos funcionan como oficinas de colocación para premiar el trabajo de sus militantes y para sembrar la administración de personal adepto que facilite la labor del propio partido y entorpezca la del adversario. Esto conduce a la necesidad de multiplicar los puestos públicos o semipúblicos y hacerlo, además, con una remuneración incompatible con nuestra realidad económica nacional.
El Estado de las Autonomías se ha revelado como el instrumento perfecto para obtener esta dotación sobredimensionada de puestos. No existe el menor control sobre la creación de entes y servicios relacionados con la administración, lo cual se ha traducido en un desconocimiento del destino final de grandes partidas dinerarias de los presupuestos autonómicos; la creación de empresas fantasma sin actividad pero con dotación de recursos públicos o, en el mejor de los casos, la duplicación y hasta triplicación de servicios aprovechando los límites difuminados entre las diversas administraciones.
Insistimos en que el problema siempre es el mismo: las necesidades de colocación como premio a los servicios prestados de los militantes y dirigentes. Bajo esa premisa, ciertamente no hay garantías de que un retorno a cierta centralización administrativa solventara el problema. Pero, al menos, se podría visualizar mucho mejor las dimensiones del problema una vez despojado de la cobertura o camuflaje que les facilita la maraña orgánica creada por diecisiete administraciones diferentes.
Desde la perspectiva de FALANGE AUTÉNTICA, la rémora del sistema autonómico es de carácter político. La capacidad de legislar autónomamente se ha convertido en una potestad para hacerlo contra el Estado. A nuestro criterio es ésta la prueba definitiva del fracaso del modelo del 78. Por eso somos partidarios de desmontar urgentemente los parlamentos regionales devolviendo al Senado sus atribuciones como cámara de representación territorial.
En cambio sólo somos proclives a una centralización racional de los servicios públicos que, como usted indica, deben mantenerse próximos a los ciudadanos. La solución la aporta una mirada a la gestión de las grandes empresas privadas. Se hace imprescindible una auditoria –externa, neutral y en profundidad- del catálogo de puestos de trabajo creados en las administraciones periféricas, valorar su productividad y proceder a la eliminación de todos aquellos que no presten un servicio real y efectivo a los ciudadanos. No hay que incurrir en la necedad de que esta tarea pueda encomendarse a los mismos partidos que han generado el problema. Son necesarios partidos nuevos revestidos, además, de una ética y vocación de servicio que los haga inasequibles a la tentación del dispendio y la malversación. El patriotismo incuestionable de FALANGE AUTÉNTICA avala su candidatura.
