Por Alberto
Ayer en un informativo de televisión pude verle y oirle. Le ví y le oí hablar de la crisis y dirigirse a los telespectadores usando de manera fría y calculada la primera persona del plural. "Estamos pasando momentos durísimos", "Atisbo que comenzaremos a recuperarnos a mediados del dos mil trece" o "no son buenos momentos para nadie". Si continúa un minuto más me hubiera apetecido pasarle el brazo por el hombro y decirle: "Venga machote, que Dios aprieta pero no ahoga, que tú puedes con todo lo que te propongas y, además, aquí estamos para ayudarte en lo que necesites", "¡pobre hombre!".
En cuarenta y seis años sólo he conocido (dudoso honor) a una persona con esa frialdad prepotente y sobrada, una persona a la que, al mirarle a la cara, no sabías si acababa de perder a sus dos hijos en accidente de tráfico o le había tocado un millón de euros a la lotería; se llamaba y se llama José Amedo Fouce.