Todos los Estados tienen el derecho y el deber de defenderse frente a la amenaza terrorista e Israel no supone una excepción. Hamas no es sólo una amenaza contra el país hebreo, es una amenaza contra occidente en su conjunto. Como cualquier organización entregada al terror debe ser erradicada. Pero cuando el derecho a la defensa se confunde con el primario deseo de la venganza, con el bíblico mandato del ojo por ojo, los términos de la cuestión quedan gravemente en entredicho pues instaura de nuevo el derecho del más fuerte. Por eso, incluso la legítima defensa ha de quedar sometida a la razón salvo que se pretenda atentar contra lo que, precisamente, se pretende defender: la civilización occidental.

Para Falange Auténtica, la pretensión de Israel de identificar a la organización terrorista Hamas con el conjunto de la población residente en la franja de Gaza, y con todo el pueblo palestino por extensión, es una aberración jurídica y moral donde se perciben claros indicios de racismo y de fundamentalismo religioso. Motivos que, por lo general, resultan suficientes para mover la respuesta crítica de la comunidad internacional salvo cuando atañe a la excepción israelí.

Israel no puede pretender que cada palestino sea un terrorista, en acto en potencia. Que cada anciano, enfermo, niño o recién nacido en Palestina venga signado por el pecado original del terrorismo antisemita. En esto, los israelíes no deben imitar lo que sufrió el pueblo judío en la Europa de la II Guerra Mundial, recordando las inhumanas prácticas del gueto, las deportaciones y los asesinatos masivos. Desplegando un portentoso poder militar sobre una población civil sin capacidad de respuesta. Porque es sencillamente fantasioso pretender que debajo de cada lecho de la franja de Gaza se oculte un lanzagranadas cargado para atentar contra el pacífico pueblo de Israel. Ni Gaza es una nación, ni cuenta con una fuerza armada de ninguna clase ni siquiera es unánimemente musulmana.

Israel debe entender en primer lugar que la lucha contra el terrorismo es de naturaleza policial, no militar. En segundo lugar, que resulta dura, dolorosa y especialmente frustrante. Que no hay garantías de victoria en ella y que, al cabo de muchas muertes, el terrorista puede incluso acabar determinando toda la política nacional del país si da con un pusilánime adecuado al frente del gobierno. Esa es la terrible experiencia española. Pero España puede al menos ofrecerle un formidable ejemplo de integridad: su fortaleza para no confundir, bajo las peores horas del terror, el todo con la parte. Resultaba entonces inconcebible, como ahora en Israel, ejecutar una acción militar contra las provincias vascas por ser de allí, refugiarse allí y recibir apoyo popular allí los infames asesinos de la ETA. Y lo que nos parecía demencial en nuestro propio suelo no podemos dejar de verlo idénticamente perverso en la no tan lejana Gaza. No puede albergarse la menor duda de que los tanques y aviones israelitas van a causar la muerte de muchísimos más justos que pecadores. Y debe evitarse a toda costa.   

El gobierno hebreo cuenta con nuestro apoyo en su lucha legal, equilibrada y racional contra los criminales de Hamas o cualquier otro grupo terrorista. Pero si ese gobierno insiste en su pretensión de desencadenar un holocausto humanitario en la franja de Gaza esperamos y deseamos una enérgica respuesta de la comunidad internacional, especialmente de la Unión Europea, en la forma habitual de sanciones y bloqueo. Cada bomba que estalle en Gaza en los próximos días será, para nosotros, una afrenta contra la dignidad de la condición humana. Tanto de las víctimas como de sus verdugos.

Falange Auténtica, como vía para resolver un conflicto que se eterniza y que está costando demasiadas vidas, reconoce a la Autoridad Nacional Palestina como legítima representante del pueblo palestino y defiende la creación de un Estado palestino, con fronteras seguras y reconocidas por la comunidad internacional.