Borja Manrique

El nuevo curso político se presenta de lo más agitado, y no sabemos qué España nos encontraremos con el regreso del estío. ZP ya ha cumplido su tiempo inicial, ese que siempre los presidentes pasan de acá para allá repartiendo sonrisas y buenas intenciones.

El otoño nos devuelve la realidad de este país nuestro, tan duro, tan complejo y enrevesado. Los astilleros en huelga, porque en el país más marítimo de Europa son un gran problema, paradojas de nuestra infraestructura socioeconómica. Los de la Naval de Sestao con sus barricadas incendiadas nos han traído la imagen del obrero en lucha, dispuesto a todo por el pan con dignidad. Nada de prejubilaciones, por muy bien dotadas que estén. Los astilleros, como las vacas y la pesca, sobran en el espacio económico europeo y ahora han estallado en la cara de ZP.

Y mientras los astilleros arden y la España real hace cuentas para poder llegar a fin de mes con los gastos de la vuelta al cole asfixiando la economía familiar, aquí nuestros políticos afilan sus lenguas, inventan argumentos, y reinventan historias para volver a la eterna pregunta: ¿Qué es España? Sinceramente, no sé si nos merecemos esto. A veces pienso que es un castigo por nuestros pecados capitales.

Maragall haciendo de Cataluña un islote endomingado de chulerías. Rodríguez Ibarra cantando las glorias de la España una. Los dos, escenificando la secular dicotomía del socialismo de las Españas: Jacobinos y federales.

En el PP dicen que ellos son la mejor garantía de la unidad nacional, ante tanta confusión en la otra orilla. Los populares apuestan por la Constitución del 78 como mejor garantía de la cohesión, y de ahí no salen.

Nuestros políticos, en fin, están bastante desquiciados con debates que tenían que haber quedado cerrados el día en que las dos Españas que lucharon en la guerra civil decidieron convivir. Pero ellos, algunos, han decidido reabrir la caja de Pandora, y eso es una auténtica traición al espíritu de concordia expresado por los españoles en las calles y en las urnas.

Así pasaremos el otoño, oyendo en los telediarios polémicas sobre la "esencia de España", y de fondo el grito de los obreros de la construcción naval.


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