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La semana pasada les hablé, ciertamente desalentado, del asalto al poder judicial. Asalto perpetrado, como viene siendo ya costumbre, sin disimulo ni arrepentimiento. Ya saben ustedes de qué va el cuento, de políticos que nombran a los jueces que han de juzgarlos. A ellos y, lo que es más grave, también la constitucionalidad de las leyes por ellos aprobadas. Para escarnio de la justicia y la libertad, a día de hoy, políticos de partido sientan sus reales en el constitucional. Y hasta lo presiden. Tristes destinos los suyos…

Para tapar este y otros desafueros, el gobierno ha puesto el foco en la economía. Pero si en lo político la situación es grave, no lo es menos en lo económico; así que leo con indignación las manifestaciones de nuestros gobernantes. Que los ministros repitan consignas cual papagayos, a estas alturas, no sorprende a nadie, pero que el que pare las consignas tenga tanta desfachatez, al menos a mí, me sigue pasmando. No, la economía no va bien. Los datos son incontestables por muy rápido que el trilero mueva los cubiletes. Vayamos por partes que esta engañifa son muchas engañifas a la vez. Por ejemplo, el paro. No, no baja el paro, se trucan las estadísticas. El gobierno utiliza artificios estadísticos que sonrojarían a José Félix Tezanos (comprenderán que exagero, y mucho, porque a este elemento no le sacan los colores ni así lo asen). ¿Cómo es posible que descienda el paro y a la vez aumenten las derramas por desempleo? Porque mienten. Dicen desconocer cuántos empleados -empleados según ellos- cobran prestaciones por desempleo. ¿En manos de quiénes estamos? Para Yolanda Díaz y su papo cobrar el paro no es estar parado. Eso se parece mucho a mentir. La ministra de desempleo dice desconocer las cifras, pero, según estimaciones fiables, los fijos discontinuos podrían estar en torno a medio millón. Sumen a los fijos discontinuos en paro, los que aún andan metidos en ertes, los demandantes de empleo con “disponibilidad limita” y hasta los parados que están haciendo cursos de esto y de lo otro, sumen y verán por dónde anda en realidad el paro en España. Esta mujer ha conseguido, barre que te barre, esconder un millón de parados bajo las alfombras del ministerio. Un millón de parados ocultos o, mejor dicho, ocultados. El paro real es muy superior al oficial del que tanto presume el gobierno, pero, aun así, después de tanto maquillaje, España sigue teniendo la mayor tasa de paro de Europa (más que Grecia) y hasta de la OCDE (más que Colombia). ¡Campeones! Así, entre nosotros, cuatro veces el paro registrado (espero que con menos trampas) en Alemania. Y, para más inri -que ya es inri- uno de cada tres jóvenes en edad de trabajar está en paro. Exactamente, ¿de qué presumen?

De esto y todo lo demás. Sin disimulo ni arrepentimiento. ¿No les avergüenza que España sea la economía europea más retrasada en la tarea de recuperar la riqueza anterior a la epidemia? ¿No les abochorna que España sea el país europeo que más ha aumentado su endeudamiento en los últimos años? ¿No les sonroja que España cabalgue a lomos de un déficit desbocado? Exactamente, ¿de qué presumen?

De esto y todo lo demás. Sin disimulo ni arrepentimiento. La inversión extranjera se ha desplomado desde que Pedro Sánchez es presidente. En el último año nuestras calles han visto cómo cerraban veinte mil comercios. De la inflación, pavorosa como un incendio pavoroso, qué les digo que no sepan. ¿No les sofocan las estadísticas de la pobreza? ¿No se les cae la cara de vergüenza cuando el esfuerzo fiscal de los españoles es ya más de un cincuenta por ciento superior a la media europea? ¿No les ruboriza haber creado o aumentado más de cincuenta impuestos? ¿No se arrepienten de esquilmar con saña a los españoles cuando cada día son más pobres? Exactamente, ¿de qué presumen? ¿Del paro, de la inflación, de la deuda? Exactamente, ¿de qué o de quién se ríen?