N. Sanz

Llevábamos meses oyendo alabanzas a Bono, lo buen presidente que iba a ser Bono, lo patriota que es Bono, el sentido de Estado que tiene Bono... Bueno, pues ya tenemos a Bono de ministro, aunque algunos lo hubieran preferido ver de presidente del Gobierno, y ya los que no lo conocían han podido comprobar que lo de este individuo es demasié.

A los que hemos tenido la desgracia de sufrirlo como presidente de Castilla y La Mancha no nos pilla de nuevas, aunque lo hayamos sufrido más los castellanos que los manchegos, pero los que no estaban acostumbrados habrán flipado. ¿Quién sino Bono podría invitar a doscientas personas a su "toma de poder"? Como si el nuevo presidente del Gobierno fuera a ser él. Pero claro, un tío que se ha tirado veinte años de virrey en la taifa de Castilla y La Mancha no podía entrar de otro modo en su nuevo cargo, no podría haber sido de otra forma, incluso ha esperado un día a que el resto de ministros hubiesen tomado posesión para así tener toda la atención mediática.

Él es así. Se ha tirado veinte años contando milongas por todos los rincones de la comunidad autónoma que ha visitado, incluso regalando relojes a los paisanos, porque esa es muy buena. Se perdía por cualquier pueblo con su numeroso séquito, eso sí, con un macuto lleno de pelucos, se ponía a hablar con cualquier paisano y en un momento dado le preguntaba la hora. Como normalmente todos esos pueblos perdidos de la mano de Dios están habitados mayoritariamente por abueletes, y éstos no suelen llevar reloj, al preguntarles el zorro de Bono la hora, los paisanos respondían que no llevaban ese artilugio a la muñeca. ¡¡Cómo!! -exclamaba Bono- ¿Qué usted no tiene reloj? Ahora mismo le regalo el mío, faltaría más. Y les regalaba el reloj que llevaba en su muñeca el mismísimo Bono, el mismísimo presidente de Castilla y La Mancha, un ente que hasta 1982 o 1983 no existía. Pero lo que poca gente sabe es que Bono al salir de ese pueblo, abría el macuto de los relojes y se ponía otro, y repetía la operación en la siguiente parada. Aunque como ésas hay muchas. No olvidemos que Castilla y La Mancha es solo imagen, es solo un nombre, y que detrás de eso no hay nada. Bueno, si que hay. Está Bono, porque Bono es Castilla y La Mancha, y Castilla y La Mancha es Bono. ¿Qué será ahora de nuestra comunidad sin Bono? También está esa otra "anécdota" de cuando apareció un misterioso periódico antes de las elecciones autonómicas del 98 o el 99, no recuerdo bien, pero que atufaba a Junta no os podéis imaginar, y un tiempo prudencial después de esas elecciones desapareció sin más, después de haber hecho su trabajo. También recordarán algunos ese patético reportaje que se emitió antes de las últimas elecciones autonómicas del año pasado y que nos presentaba a Bono disfrazado 24 horas de basurero, de guarda forestal, de maestro, de pastor, y de no se cuantas cosas más. Bono es la demagogia y el populismo en persona y con mayúsculas.

Gracias a Dios que castellanos y manchegos hemos dejado de sufrirlo, sobre todo los castellanos, y que todo lo que nos venga no podrá ser peor, ya que después de veinte años Bono no fue capaz de sacar a esta comunidad autónoma a la que tanto ama del furgón de cola. Todavía quedan en pleno siglo XXI en la provincia de Guadalajara pueblos con graves carencias en el suministro de luz, agua y teléfono, cuando no con carreteras tercermundistas. De todas formas se preguntarán algunos que si tan nefasto personaje toma ahora las riendas de un ministerio ¿qué va a ser de la nación? ¿Qué va a ser de nuestro ejército? No se preocupen. Si hemos sobrevivido a Ana de Palacio sobreviviremos a Bono. ¡Viva Ejpaña!