Por Javier López

El Foro Social Europeo reune en París a todos los movimientos antiglobalización. El lema y la motivación es luchar contra la Europa liberal y capitalista. Hay grupos variados desde el cristianismo más apegado a postulados radicales hasta el anarquismo, los verdes o el viejo comunismo. Hay en amplios sectores de la juventud europea un descontento creciente con nuestro modo de organizar la política, la económica y la sociedad en general, pero no existe todavía una alternativa clara.

Existen denuncias, consignas y diagnósticos. Falta un programa alternativo. Es bueno que haya inconformismo. En el Foro Social Europeo habrá violentos, alborotadores, pacifistas que se lían a pedradas con lo primero que encuentran. Pero también está allí lo mejor de la juventud: la rebeldía, el compromiso. Un mundo joven que en pleno occidente opulento clama por un cambio de sentido en la Historia. Si la globalización no llega a las tres cuartas partes del mundo que pasa hambre es que algo pasa y mucho tiene que cambiar.

Puede que el movimiento antiglobalización, inconcreto y heterogéneo, no sea más que una toma de conciencia de una juventud responsable en la época de la juventud acomodada y aburguesada. Puede que sea el caldo de cultivo de una contracultura para la cultura dominante, pero antes que un movimiento político programado y concreto hace falta un clímax cultural que lo haga posible.

Este movimiento esta siendo aprovechado en buena medida por corrientes ideológicas herederas de sistemas fracasados (última tabla de salvación), pero en general hay una motivación buena. El mundo que nos ha tocado vivir estaría ante su agonía espiritual si no fuera capaz de generar respuestas alternativas a lo que venimos llamando democracias liberal-capitalistas, siempre bailando el son marcado por el FMI y sus recetas de ajuste. Siempre deficitarias en libertad y justicia.