Ya lo creo que si, claro que hay ideas que por si solas ya delinquen; y no pensemos, por supuesto, sólo en el comunismo salvaje de Stalin o Pol Pot o en las ideas racistas que concibió un Tercer Reich exterminador.

El capitalismo salvaje, aunque perfumado, discreto en los métodos y sin alzar la voz es igual de dañino. Desde pequeñitos se nos enseña que el que resiste gana aunque sea a machete y sin hacer prisioneros, que lo que hay que hacer es prepararse pero no para ser un gran ser humano sino para el enriquecimiento material abundante y presto pues eso es "triunfar en la vida". Tanto tienes tanto vales.

Se nos venden como ídolos personajes que con los años terminan presos en su inmensa minoría aunque les hemos visto apadrinando fundaciones o dando donativos enormes en su cantidad, que apacigüan sus conciencias y les hace más llevadero el sudor que produce tener a cincuenta grados un africanito en sus brazos. Y es que el capitalismo es también, como áquellos,  intrínseca y nuclearmente ateo; el capitalismo es la negación más absoluta del amor al prójimo porque por más que traten de engañarnos el camello terminará por no pasar por el ojo de la aguja, aunque tratará de comprarla para hacer el ojal más grande y a su medida; el capitalismo es el sobre, la bolsa de deporte llena y bajo cuerda, la riqueza en el paraiso terrenal que ha de cerrarnos el celestial, pero eso ahora a quién le importa, comamos y bebamos que mañana ayunaremos.

Y después de que un desahuciado por un banco se tire por el balcón o que una pobre emigrante abandone a su bebé a la puerta de un hospital por no poder mantenerle, díganme con la mano en el corazón si el capitalismo no es un asesino.

Alberto