En las economías abiertas hasta las lindes mismas de la globalización, la variable de la competitividad constituye el factor determinante no ya del éxito, sino de la mera supervivencia, de las empresas y las economías nacionales. La competitividad, por odioso que haya podido llegar a resultar el término, determina indefectible nuestro presente y nuestro futuro comercial. Quien desee colocar su oferta en el gran mercado de los bienes de consumo -que ya ni siquiera es local ni regional, sino mundial-, habrá de esforzarse para que su producción resulte barata y su precio, en consecuencia, competitivo.
Una empresa o una economía son competitivas, se nos dice, cuando igualan los patrones de eficiencia vigentes en el resto del mundo, al menos en dos aspectos: calidad del producto y coste de los recursos.