Eduardo López Pascual

Nadie puede poner en duda, y desde luego yo tampoco, la enorme capacidad intelectual y la brillantez del currículo de Jaime Suárez. No creo que objetivamente se desconozca el gran testimonio que Jaime, desde sus años jóvenes, ha ofrecido a la figura y la herencia doctrinal de José Antonio Primo de Rivera; y luego, la calidad humana de mi amigo Jaime Suárez, queda contrastada con el trato que nos dispensa siempre a todos. Jaime, además ha venido ofreciendo al ámbito político azul una obra inmensa desde Plataforma 2003, por ejemplo. Y por último, quiero expresar mi respeto por Jaime Suárez. Toda esta introducción, me sirve para con el mismo cariño que hago esta previa, señale aquí con prosa directa la tristeza que me ha producido leer su libro EL LEGADO DE JOSE ANTONIO, que acaba de ser publicado.

La obra pudiera resumirse –desde mi punto de análisis-, en dos partes; una primera, dedicada a una relación histórica, fechas, datos, citas, que entra en lo que se podría entender como expositiva, y ante la cual sólo cabe la aceptación de los hechos. La parte siguiente, estaría ocupada básicamente por una afirmación de sus actuales convicciones ideológicas, doctrinales y funcionales, emitidas a través de una entrevista tan exhaustiva como demoledora. Aquí, Jaime nos circunscribe a todo un razonamiento en contra de los principios que caracterizan  al mensaje de José Antonio y, naturalmente, al instrumento que lo haría posible como es Falange y su vehículo ideológico, el nacionalsindicalismo, en el que ya no cree.

Jaime cae a mi juicio, como otros ex-camaradas hicieron antes, en una confesión general junto a un arrepentimiento personal, en una increíble apuesta por la depredación sistemática que viene sufriendo Falange como institución y como cuerpo de acción, no tanto por ataques a su estructura social como por el empeño en devaluar su filosofía política. Jaime, en su parte expositiva, como en la fórmula de entrevista que emplea para su renuncia, viene a descalificar, una a una, casi todas las propuestas originarias que dieron lugar al nacimiento de la doctrina falangista. No quiero caer en la tentación de anotar un resumen de frases citadas en las páginas correspondientes, el libro queda para leerlo, pero, desde situar a José Antonio en el error por proponer una representación sindical, o a tachar de irreal la determinación nacionalsindicalista de superar el Capitalismo, o la, según él, imposible misión de cambiar las relaciones de trabajo del sistema liberal, o la negación de la banca nacional y el fin social del crédito, Jaime se manifiesta, en consecuencia, renunciando y renegando de cualquier inspiración revolucionaria. Su libro, en general, me ha parecido en la línea de "Escrito en España", de un ex-camarada tan significativo como Dionisio Ridruejo.

Luego, cuando mi buen amigo Jaime acude a una permanente "intoxicación", para explicar su joven ardor falangista, en donde habría que incluir su paso por el Frente de Juventudes, sus aspiraciones como Jefe de centuria, sus responsabilidades en la Universidad, etc., en testimonios que me recordaban párrafos de Laín Entralgo, de Jaime Campmany, de Enrique de Aguinaga y tantos otros, la verdad es que no lloré porque a estas alturas es difícil echar lágrimas por casi nada, pero, francamente, leer su "Legado de José Antonio", es como hacerlo de un epitafio de Falange. Como decía un clásico: "con amigos así, no necesitamos enemigos". Espero que Jaime entienda mi pena y mi frustración porque con la voluntad de hacer un prototipo angelical de José Antonio, lo único que consiguen es destrozar, desde dentro, al personaje y la proyección futura de su obra.