El cambio del modelo social y el advenimiento de nuevas costumbres derivadas del esquema de producción postmoderno, han tenido como consecuencia, por necesidad -que no libertad- en la mayoría de los casos, que en las familias tengan que trabajar fuera de casa ambos cónyuges. Esto conlleva unas formas sociales, y de socialización de los niños, que acompañadas por la masiva implementación de las nuevas tecnologías, está generando unas formas cada vez más alejadas de los controles familiares y las instrucciones educativas. Las personas dejan de ser modeladas por los entornos familiares y pasan a ser socializadas por corporaciones económicas al servicio de los intereses espurios de grupos empresariales de dimensiones impensables. Y si esto pasa con los jóvenes, por la falta imperiosa de tiempo de sus padres para estar con ellos, otro tanto ocurre a los hijos, a las parejas, con sus mayores. Y esta es la sociedad que estamos construyendo.

En ese contexto, es exigible que el Estado, al que la sociedad transfiere en forma de impuestos más del 50% de la riqueza que genera, atienda de forma eficaz a las personas. Hay que exigir a la clase política, como gestores de la funciones del Estado, que ponga la máxima atención en atender a las personas.

La realidad que venimos observando es que, por un lado, los partidos sólo consideran prioritarios a sus intereses. Por otro, los casi inamovibles mecanismos competenciales y de consolidación presupuestaria, hacen que cualquier cambio pueda parecer imposible, convirtiendo al Estado en una apisonadora, contra la que cualquier político, sea alcalde de un municipio o presidente de una comunidad autónoma y tenga las mejores intenciones del mundo, choca de plano frente a los mecanismos inexorables de funcionamiento del aparato estatal y los intereses partidistas, que hacen que esos engranajes, que se mueven sin que nadie parece que los pueda parar, vayan encaminados a plegarse a otros intereses y dirigidos a otros fines, distintos a los de satisfacer las necesidades de las PERSONAS.

Por ello urge ponerse en marcha y trabajar desde las unidades administrativas más pequeñas, para que los recursos públicos se apliquen en favor de las PERSONAS y levantar la bandera de éstas y sus intereses, como prioridad y ganar batallas declarando, de forma efectiva y real, a nuestros pueblos, territorios LIBRES DEL ABANDONO A LAS PERSONAS.

La sensibilidad hacia los animales está muy bien. La solidaridad con los lejanos, también. Pero moral e intelectualmente, me parece una profunda hipocresía y un error el que esto se haga en un contexto social y político donde existe un patente y evidente abandono de las personas más cercanas. Que se traduce en la aplicación del gasto público en excesos, despilfarros y privilegios, y en una carencia de recursos para atención sociosanitaria y decenas de miles de dependientes sin atender.

Sin tu voz, todo es factible contra ti. Con tu voluntad, todo es posible por ti y los tuyos.

Conquistemos nuestros municipios, declarándolos libres del abandono a las Personas.

Juan Fco. González Tejada